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domingo, 14 de diciembre de 2008

UNA EXTRAÑA MIRADA



Louis oye el ding dang del reloj del salón marcando las nueve de la mañana, mientras lentamente se va haciendo el nudo de su corbata. Le tiemblan algo las manos; no puede evitar sentir esa sensación todos los lunes, cuando, impecablemente vestido, se dirige hacia la puerta de casa.

Al pasar por el salón su madre, siempre atenta a todos sus movimientos, le sale al paso.

- Anda, déjame que te arregle esa corbata. Con cuarenta años y siempre doblada.

Louis sonríe mientras le deja hacer; sabe que mejorará su aspecto y necesita estar perfecto, como cada lunes.

-¿Vas al museo? Ten cuidado al cruzar Rivoli, esa avenida tiene muy corto el tiempo del semáforo y siempre hay problemas.

- Lo haré, madre. No te preocupes, volveré, como siempre.

Ella le da un beso en la mejilla y Louis la aparta cariñosamente, mientras su mano izquierda busca el bastón tras la puerta de salida de la vivienda. No espera el ascensor, siempre ha sentido una especial necesidad de utilizar las escaleras, sintiendo como sus peldaños de madera crujen en distintos tonos su paso por ellas.

Vive en Daunou, esquina a Louis le Grand, calle por la que baja lentamente hasta llegar a Danielle Casanova. Sigue por su acera izquierda; sabe que a doscientos pasos mal contados se convierte en Petits Champs. No le gusta esta avenida por el enorme ruido de su tráfico y se desvía a la derecha, por las callejas de Saint – Roch, dÁrgentanuill, Echelle, hasta llegar a Rivoli.

Se para un instante y respira; ya huele la humedad del Sena y le gusta esa sensación, sobre todo, en esta época de primavera. Cruza la avenida lo más rápido que le permiten sus piernas, sabe que el semáforo es corto y el tráfico rápido. Sonríe recordando las palabras de su madre. Por la acera derecha de Rivoli, recorre sus últimos metros hasta el arco bajo Louvre medieval, para entrar en la plaza del carrusel. Inmediatamente la pirámide de vidrio y tras subir unas cuantas escaleras, las mecánicas no le gustan, le ponen nervioso, se encuentra en la Sala de las Naciones, ante su maravillosa Gioconda.

Respira profundamente y se extasía ante el cuadro de la mujer de sus sueños. Todos los lunes viene a visitarla desde hace años, cuando sin conocer su existencia pasó por esa sala y sintió algo tan profundo que ya nunca más pudo dejar de visitarla.

Los primeros turistas no le molestan, pero al cabo de una hora, el murmullo, movimiento y algún que otro zarandeo, le sacan de su ensoñación y volviendo a la realidad con cierto grado de mal humor, se dirige lentamente a la salida. Otro día más, otra semana más de espera ilusionante.


Antes de regresar a casa, se acerca a la orilla del Sena, busca un banco vacío y sentándose, se deja llevar por sus sentimientos. En alguna ocasión, escurridizas lágrimas se le han escapado sin control. Hoy no, hoy se encuentra animado.


Vuelve a casa, pero en esta ocasión lo hace en el metro. Es solo una estación en directo pero sus ánimos y ganas de pasear se han quedado en la sala junto al cuadro de sus ilusiones.

Abre la puerta, se acerca al salón donde sabe que su madre le espera pacientemente.

- Hoy vuelves algo más tarde.

- Si, tuve suerte y los turistas me dejaron…

La madre le interrumpe.

- Pero te noto una expresión mas viva. ¿Pasó algo?

- ¡Qué podría pasar! Todo sigue igual y así será siempre.

- Louis, ¿Cómo te has podido enamorar de ella? Pero si tú…

Louis vuelve la cabeza hacia su madre y le sonríe.

- Ya sé, madre. Yo soy ciego, pero mi ceguera está solo en mis ojos.

sábado, 22 de noviembre de 2008

CAIDA "SIN" RED

¡Noche aquella, inolvidable, tan larga como completa, tan emotiva como sorprendente! Lo cierto es que hubo de todo. Quiso el buen y bien educado Alberto Pardo ir a la habitación del hotel para asearse un poco y confirmar la habitación y, Karamelo Color, tan en su papel de relaciones púbicas (perdón, la “l”) le acompañó en todo momento.

-Karamelo, por favor, ¿te importa esperarme mientras me ducho?- y ella, con esa caída de ojos cual persiana de grandes almacenes a las ocho de la tarde, le sonreía mientras, sentada sobre la cama, encendía un cigarrillo en paciente espera.

¡Ah! La tranquilidad junto a aquel hombre dura lo que la luz cegadora de un rayo de amor en los ojos de un púber. Primero un sorprendente gritito seguido del correspondiente golpe, el sonido de unas cortinas al rasgarse y... tranquilidad de nuevo.

Karam, tan poco acostumbrada aun a aquellos cambios en el orden universal, de un salto se puso de pie y en dos pasos se acercó a la puerta del baño.

-Alberto. ¡Alberto! ¿Te encuentras bien?

-Me encuentro, me encuentro, aunque aun no sé si bien, pero... ¡Ni se te ocurra entrar! Acabados de conocer no quisiera que me vieses así- Silencio, tan absoluto silencio que Karam acercó su oído a la puerta y lo presionó con fuerza para intentar oír algo del interior.

En su recién nacida empatía fue tan perfecto el acoplamiento que Alberto eligió justo ese momento para abrir la puerta. Y así lo hizo, pero no necesitó tirar de ella, ya que era tanta la necesidad de oír que Karam había puesto que, al desbloquearse el pestillo, Karam, cigarrillo incluido, puerta, Alberto y toalla, terminaron dentro de la bañera que inocente y completamente ajena a la impetuosa escena de amor que se desarrollaba, ocupaba un pequeño y alejado rincón de baño de una habitación de hotel de una ciudad cualquiera.

En su intento de evitar ser atropelladamente acometido por la amorosa impetuosidad de Karamelo Color, Alberto Pardo, intentó esquivarla, girando hacia su derecha, pero no lo suficiente como para evitar que ella se le echase encima, quedando atrapado en un abrazo tal que lo arrastró con ella a la antes dicha bañera. El gesto hizo que su cabeza golpease contra el grifo, evitando así que fuese la cara de ella la que agrediese de una forma tan imprevista y desaforada al pobre, inocente y metálico vierte aguas; pero a quien agredió fue a su cara. Frente contra frente, nariz contra nariz, ojos contra persianas de grandes almacenes, labios sellando un beso de amor que aquella misma mañana había comenzado a florecer en aquellos dos corazones puros en el aeropuerto de una ciudad cualquiera. Pecho contra dos esperanzadas protuberancias envidia de profesores y alumnos de la universidad, vientre contra tripita que ya empezaba a gatear, pelvis contra pelvis (la situación y el imprevisto no daban para mas), rodillas contra rodillas. Un acoplamiento tan perfecto que nunca nadie podría asegurar que aquellos dos seres no fueron siempre dos en uno, una perfecta exaltación del signo de géminis, al cual ambos habían pertenecido hasta aquella explosión de amor que les unió para siempre. R.I.P

Lo único que la brigada de investigación criminal pudo determinar, a instancias del rector de la Universidad y cuadro completo de catedráticos, fue que el semen encontrado pudo ser motivado por el "rígor mortis" o por el numerito del Kamasutra que estaban intentando practicar aquellos dos enamorados.

domingo, 9 de noviembre de 2008

MERIENDA EN EL MAUSOLEO



Tarde de Julio en el sur; hora de toros y solana. Como en procesión, saharianas blancas y tostadas sobre pantalones de tergal a mil rayas y rematados por sombreros de paja, colocados según genes y vivencias, van entrando en el mausoleo.

Puertas para gigantes abren la marmolada del palacio moro que fue, hoy merendero de reconocido prestigio y lugar de reunión de los señores del pueblo. Casino quizás, aunque abierto a todos.

Suenan al entrar los tacones de cuero de los blancos zapatos, unos de piel, otros de arpillera, según comodidad o sudor, quedando perdidos en el marmóreo espejo que suelo, paredes y columnas forman el fresco mausoleo.

Y sobre ellos no está el cielo; cubre el enorme patio una montera de plomo, vidrio y hierro. Invento de aquellos moros que durante tantos años poblaron y disfrutaron estos predios. Entra la luz, pero no el calor, ni el agua, que ya está dentro, pero donde debe estar, correteando entre el mármol, regando flores y plantas y cantándoles una nana a aquellos que, merendada la tarde, descansan sus cuerpos.

Patio andaluz de flores lleno, de mármol puro, de uso árabe, regado por rectilíneos canalillos por donde el agua corre despreocupada, transparente y fresca, humedeciendo el ambiente; única con derecho a sonar en el silencioso mundo del mausoleo. Entre columnas y parterres, mesas de mármol y hierro; sillas hamacadas donde sentar el calor y, descansado el sudor, refrescar la garganta con infusiones de té verde mandarina, espíritu de arándanos, té rojo africano o indio, té de kombucha; café de Colombia o Brasil, Mozambiqueño o Porteño; manzanilla, camomila que aromatiza el patio, hierbas tepache o kéfir de agua; también se puede servir carcadé de hibisco. Y como no, té verde a la menta, quizás dejado por los moros que moraron aquellos tiempos. Tantos aromas juntos, tan densos que adormecen la memoria, relajan los viejos músculos y ceden los cansados párpados, como las viejas persianas de los vencidos balcones de los caseríos que antaño fueran mansiones.

Sobre las mesas y al alcance de sus apetitos, bandejas repujadas de plata, que protegidas por hermosísimos paños de encaje, portan pastas y bombones, dátiles y frutos secos, pequeños, fáciles de comer, que no hay que cansar al “Señor”, las tardes no son para eso.

Algún periódico suelto, ocultando losetas de mármol rotas, caídos de manos muertas, adormecidas por el aroma, la edad y el silencio.

Y así transcurre la tarde, lenta, liviana, lánguida, sin esfuerzo; esperando que las horas vayan minando la fuerza y la luz del implacable sol del verano andaluz, soportable porque, antaño, unos moriscos sabios inventaron un lugar donde merendar las tardes del estío sureño.

martes, 28 de octubre de 2008

HUYÓ DE MÍ



Sentí al silencio corroer mi dolorida alma, cuando la claridad del saber se ocultó en sus ojos, semicerrados por el peso de la sabiduría y perdidos entre las arrugas de su rostro; y me negó la sapiencia, el conocimiento. Me negó la vida y lloré sin entender su silencio.
¡Cuantas veces soñé que llegaría a entenderle, solo viéndole hacer, oyendo sus consejos! ¡Aquella ilusión con la que emprendí el camino, el duro y empinado camino de la sabiduría, quedó desparramada en el negro olvido ante unos ojos opacos, que se negaron a iluminar el resto de mi camino. Y lloré de impotencia, de tristeza al ver mi vida perdida.
Libro de sabiduría, enciclopedia de experiencia, eran para mí sus maravillosas lecciones y mi avidez por saber me llevó a la impaciencia que terminó secando la fuente de la que bebía.
-¿Dime, maestro? ¿y si le miro con fijeza, podrá mi mente leer sus pensamientos?
-¿Dime también? si le hundo en la tristeza, ¿sabré extraer de su mente sus deseos?
-¿Dime?... ¿Dime?...- ¡Tanto le pedí y fueron tantas veces que inconscientemente se fue hundiendo, sin querer parar mi sed de conocimientos.
¡Cuantas preguntas quedaron perdidas en la profundidad del silencio de una mente saqueada! Su mirada vidriosa caía sobre mí agonizando, al tiempo que su quebrada voluntad se rompía de impotencia.
Miré a la sabiduría a los ojos, ya secos y turbios, pero, en un instante, apareció ante mí una chispa de luz y al verla, quise hacerle una última pregunta
-¿Dime maestro, donde encontraré la fuente de la sabiduría?- Y recibí por respuesta la oscuridad y el silencio.
Aquella pequeña chispa de vida se fue apagando ante mis ojos.
Aquella mente privilegiada, huyó de mí, de mi avaricia, refugiándose para siempre en la locura. Y lloré tristemente su silencio.

sábado, 18 de octubre de 2008

ILUSIONANTE PASEO



-¿Tú crees que será capaz de pasar ese muro que tiene delante? Yo apuesto porque lo rodea- le comenta Luis a Mikel
-Por lo que le he visto hacer hasta hora… espera, déjame mirar mas detenidamente- y al instante mira a Luis –yo apuesto porque sube el muro y lo pasa.
-¡Ah!, pues si apuestas por esa decisión, pongamos precio a la apuesta. Yo me juego hasta veinte euros.
-¡Joder, tío, veinte euros!- se sobresalta Mikel mientras se toca el bolsillo derecho. Se queda pensando un buen rato y de nuevo mira y contesta –de acuerdo, pero me los tienes que fiar porque no los llevo encima.
Luis, al oírlo, se levanta de la silla y se le queda mirando con las manos en la cintura.
-Pero… ¡bueno!, ¿me crees tonto? Te he visto pagar el desayuno esta mañana con un billete de veinte euros y ahora me dices que te fíe. Si quieres apostar hazlo poniendo la apuesta sobre la mesa y hazlo ya, sin mirar de nuevo que a toro pasado todos somos infalibles- y metiendo la mano en su bolsillo, Luis saca la cartera y pone un billete de veinte euros en la mesa –Pero que conste que mi apuesta es porque no sube el muro, pues puede rodearlo o dar marcha atrás.
-¡Está bien, está bien, hombre!- y sacando veinte euros del bolsillo, también los coloca en la mesa –Y, ahora, miremos a ver que hace- Y los dos se pusieron a mirar de nuevo.
Aquel extraño ser, como esperando a que los dos amigos se pusiesen de acuerdo en sus apuestas, aun andaba parado ante el muro sin tomar decisión alguna. Aun dudó un instante más hasta que, en un momento, encogió sus pequeñas patitas y dando un enorme salto, se subió a la parte alta del muro que le cortaba el paso. Ya arriba giró la cabeza para admirar el paisaje que le presentaba su nueva posición y sin pensarlo mucho, comenzó a andar en la dirección donde el terreno que pisaba era más liso y en suave pendiente hacia abajo.
La carcajada de Mikel sonó en la sala y levantando la cabeza, recogió los cuarenta euros que en ella había depositados
-¿Tú has visto eso?- exclamó la sorprendida voz de Luis –ha dado un salto que le supera en más de diez veces su altura. ¡Con lo enclenque que parecía el tío! ¡Ese salto no lo da ni una pulga! ¡La madre que lo p…!- y volviéndose a su amigo Mikel que con gesto usurero guardaba y saboreaba los billetes en su bolsillo, le preguntó
-Tú, de estar en su lugar, ¿Hubieses gastado todas tus energías en dar ese enorme salto para pasar por encima de ese muro?
Mikel le miró sonriendo
-Si quieres que te diga la verdad, nunca hubiese intentado salvar ese muro, pero, claro, yo no estoy en el pensamiento de ese tío y vete tú a saber qué es lo que está buscando.
-Pues míralo, ahí lo tienes parado cogiendo algo del suelo- comentó Luis mirando de nuevo. Mikel se puso a mirar también
-Tío, es muy pequeño lo que ha cogido y no lo puedo ver, aunque no entiendo que puede haber encontrado ahí. ¡Joder, y ahora se lo está comiendo! Estará alimentándose para coger energía para llegar a donde vaya
-¿Ir?- preguntó Mikel sorprendido -¿A dónde va a ir ese microbio, si lleva andando cuatro días en esa muestra que no mide ni un milímetro? Ese tío no va a ninguna parte- y apagando el microscopio se alejó rezongando hacia a mesa donde trabajaba junto con Luis en aquel frío laboratorio.

jueves, 9 de octubre de 2008

ERASE UNA VEZ UNA ASTUR (A mi amiga Ana)



A veces nos hacemos más daño con nuestros pensamientos que la vida con todas sus injusticias y miserias; pero, cuando nuestras mentes se abren a la luz del conocimiento, entonces se fortalecen de tal forma que, ni en la peor de las catástrofes, sucumbimos a la cruda realidad.

Así debió pensar aquella asturiana que, besando con suavidad la entrada en su vida de su medio siglo en propiedad, cambió para siempre su destino.

¿Quien no podría recordar ahora, al contemplar en sus ojos su nueva mirada, la de aquella joven ilusionada, dibujada en blanco junto al ara de su futuro?

¿Quien podría olvidar la divina belleza del rostro de aquel ángel inocente, afirmando ante todos, que su felicidad se cimentaba sobre aquel matrimonio que entonces comenzaba?

¿Quien iba a convencer a aquella doliente tristeza, caída cual hoja de otoño en los tenebrosos brazos de una pasajera pesadilla, que la tabla de salvación no siempre anda cerca del barco recién hundido?

Sí, siempre queda un lugar bajo el sol, un soplo de aire fresco en el desierto, un suspiro de oxígeno en la negrura de un pozo, una gota de vida en un sepulcro.

¡Sí, siempre queda un hilo de esperanza! Y ella lo buscó en la enmarañada red de la tecnología y lo encontró.

¡Amigos! ¡Tantos, que a veces ni recuerda sus nombres!

Y entró, leyó, escribió y la amistad floreció de nuevo en su corazón. Y llegaron más amigos desde el infinito; unos cercanos y amables, otros cariñosos y amenos, otros lejanos pero alegres. Y llenaron tanto su alma, su corazón, su vida, que le faltaron horas para disfrutarlos, vida para compartirla, amor para repartirlo.

De nuevo volvió la sonrisa a su rostro y su casa se llenó de luz, de vida, de sentimientos.

Cuando se llega a la segunda fase de la vida, hay que cambiar los objetivos, los gustos, las aficiones; hay que saber adecuar nuestras necesidades a nuestra nueva realidad y ¡nunca olvidar que por muy negra que amanezca una mañana del octubre de nuestras vidas, siempre termina saliendo el sol! y, cuando sale, todo brilla con una nueva luz de esperanza, con una nueva forma de ver el paisaje, con un nuevo futuro donde anidarán nuestras nuevas ilusiones, pero estas, al estar fundadas en la experiencia, difícilmente podrán ser demolidas por las injusticias y miserias de la vida.

Hoy me pediste un regalo, queridísima Ana, te ofrezco el mejor que te pueda dar, el decirte que la experiencia en la vida me ha demostrado que lo más hermoso que podemos recibir es la limpieza con la que somos capaces de darnos a los demás.

Tú te puedes dar así. Tus hijas y tus amigos siempre te lo agradeceremos; lo demás, es la pesadilla de una mala noche que muere al despertar otro día.

¡¡¡FELICIDADES KARAMBOLA!!! Y cuando la tengas, por favor, repártela entre nosotros, tus amigos.

martes, 30 de septiembre de 2008

LA VENTANA INDISCRETA



Rod descalzó de un solo y adiestrado golpe su vieja y enmohecida vespa y, apoyando su pié izquierdo sobre la palanca de arranque, dio un fuerte pisotón, acelerando simultáneamente. No corrían buenos tiempos para su destartalada montura, pero enamorado de ella, tantas veces se estropeó, otras tantas la arregló.

Hoy no tenían buen día; ni ella, arrugada por los años y por los golpes sufridos, ni Rod, después de otra alcoholizada y mala noche. Cuarenta años aplastados por sus desvanes y mala vida. Tanta fotografía de estudio de cariñosas mujeres, o las tomas en lugares inhóspitos buscando ese gran premio que nunca llegaba; la soledad, la buena mesa y el mucho beber le estaban arruinando una vida que según él, ¿de qué valía si no se disfrutaba a tope?.

Taconeó la palanca de nuevo, con tal fuerza que, el rebote de la misma, le golpeó la tibia rompiéndosela en dos. No se sabe que fue más fuerte, si el grito o el dolor, pero instantes más tarde se encontró sentado en una silla de ruedas y escayolado desde la rodilla hasta el tobillo de su pierna izquierda.

Mientras la hierática enfermera empujaba su silla, sacó el móvil para llamar a algún amigo que le sacara de allí; infructuosa tarea de alguien que a lo largo de muchos años se había preocupado muy mucho de no permitir a “ajenos” entrar en la intimidad de su vida. Pidió a la enfermera que llamara a un taxi, en el que, tras muchos esfuerzos pudo sentar su dolorido cuerpo. Poco después llegaba a su apartamento.

Al entrar, tuvo que sentarse y colocar la pierna en alto, el dolor amenazaba con superar su capacidad de resistencia. Tomó consciencia de que aquella mañana tenía prometido entregar unas fotos. El sobre que las contenía había quedado en la vespa. Sacó el móvil y localizado un número, esperó la llamada.

-Soy Rod, lamento no haber llegado con los negativos, pero he tenido un accidente y me he roto una pierna...

-Lo sé, pero me encuentro inmovilizado en mi apartamento y la pierna escayolada. Le ruego me envíe a alguien para que recoja el sobre con la serie de negativos.

-No se preocupe, estaré en casa; ya le he dicho que estoy inmovilizado- y levantándose lentamente, se acercó al laboratorio que tenía instalado en el apartamento y comenzó a revelar nuevos negativos.

Terminado el trabajo y sentado en el sillón, colocó la pierna en alto; giró la mirada por el salón buscando algo que hacer. Ni radio, ni TV, odiosos aparatos. Finalmente observó el enorme ventanal y contemplando el grisáceo cielo de Londres, se quedó dormido.

Del sueño le despertó un extraño impulso, pues todo a su alrededor era silencio y quietud. No movió ni un músculo; sus ojos se abrieron mirando inexplicablemente hacia una de las ventanas de las viviendas que había enfrente de su calle. Su vista se fijó en uno de los apartamentos sin motivo aparente, en el que pudo observar como un hombre hablaba y gesticulaba mirando hacia un lugar que no era visible desde su ventana. Instintivamente se levantó y apoyado en la muleta, caminó hacia su equipo de fotografía. El dolor volvió a aumentar, pero su necesidad de buscar la foto perfecta pudo más y tomando la máquina le cambió el objetivo a largo alcance, la colocó junto a la ventana y graduó para observar detenidamente la escena que se desarrollaba en aquel apartamento.

Al recuperar la visión, comprobó que había una mujer junto al hombre. Su máquina comenzó a clickear; ambos gesticulaban fuertemente hasta que el hombre, lanzando su mano izquierda, golpeó a la mujer, cayendo ésta al suelo. Él siguió sus gritos y amenazas hasta que, levantando las manos, se sentó en un sillón.

Debió tomar conciencia del espectáculo que había montado frente a la ventana y levantándose de nuevo se acercó a la misma con intención de cerrarla cuando, al levantar algo la vista, se dio cuenta de la existencia del vouyeur y su equipo de fotos. Los gestos con mano amenazante informaron a Rod de su indiscreción, al mismo tiempo que la mujer apareció por detrás con un enorme cuchillo de cocina para asestarle una puñalada por la espalda. Rod clickeó de nuevo su indiscreta máquina justo cuando el hombre se giró con violencia, clavándose el cuchillo en su hombro. Tan rápida fue la escena como rápida la máquina de Rod que en ningún caso ocultó su intención fotográfica. Arrancó el cuchillo con su mano izquierda, nuevo click y tal como salió de su hombro, entró hasta el corazón de la mujer que cayó fulminada al suelo.

Rod vio la amenazante figura del hombre mirándole mientras salía corriendo hacia la puerta del apartamento. Sus nervios se tensaron y miró hacia la puerta de entrada, comprobando que se encontraba cerrada. Quitó la máquina de la ventana y miró a su alrededor para comprobar donde se encontraba su móvil. Al pasar por la ventana vio como su vecino salía corriendo desde el portal cruzando la calle, cuchillo en mano. Los nervios le dominaron, dudando qué hacer. En ese segundo de duda, sonó el timbre de entrada y, alcanzando un estado de nervios febril, salió corriendo hacia el sillón junto al que había dejado su móvil. No llegó; de nuevo su rota pierna le falló y su cabeza, al caer, se golpeó fuertemente contra la esquina de acero de la mesita frente al sillón. Cayó cuan largo era al suelo y, mientras el mensajero seguía insistiendo en su llamada para recoger unas fotos, de la cabeza inmóvil de Rod comenzó a brotar un suave, lento y rojo hilo de sangre en el que, sin poderlo evitar, se fue escapando su vida.

Al comenzar un nuevo día en Londres, un viandante se paró en el kiosko de prensa para comprar, asombrado por el titular de The Times, el suicidio de un hombre en la estación de Goodge Street, portando en su mano izquierda un ensangrentado cuchillo de cocina.

martes, 16 de septiembre de 2008

¿SALVAJE YO?



Un grito horrorizado surge de mis labios cuando, sorprendido y al mismo tiempo hipnotizado, leo con ansiedad patética las narraciones que mis desconocidos amigos vuelcan en el tintero.

Me asombra la capacidad de crear horror, de recrearse en la esperpéntica integración de su ser en los mas profundos abismos de la crueldad que la mente humana es capaz de imaginar. Si cierto fuere que todo lo imaginado tiene, ya de por sí, la capacidad de ser realidad …………………………. .

Por otros lados cuentan que …. Pero, puntualicemos un poco; creo que sin un análisis “a priori” de lo que para mi es crueldad, horror, patetismo, sadismo y otros más ….ismos a incluir, no tendría lógica mi sorpresa al observar como mis colegas del tintero, si es que merezco pertenecer a tan insigne foro, cambian a su buen entender cualquiera de los significados de la palabra “SALVAJE”.

1: No cultivado, cuando se habla de botánica.
2. No doméstico, cuando hablamos de zoología. También feroces.
3. Terreno montuoso, áspero o inculto, hablando de agricultura.
4. Necio, terco, zafio o rudo, si hacemos referencia a la inteligencia o forma de comportarse de los animales sociales.
5. Situación y/o actitud fuera de nuestro control o de una inteligencia cualquiera.

Aumenta mi sorpresa al comprobar que, en ninguno de los casos, aparecen los vocablos crueldad, horror, sadismo, ……

¿Pudiera ser que nuestro acontecer diario nos esté llevando a un presión arterial que haga de nuestro cerebro algo similar a una enorme olla a presión en la que las ideas, los razonamientos, las pasiones inconfesables, los deseos más escondidos, la incapacidad sexual (quien la tenga, claro), los odios y venganzas, …… se mezclen en una especie de cocido madrileño y nos haga ver apariciones donde solo luce el sol en un sencillo y agradable atardecer de otoño?. Eso sí, un otoño reseco y carcomido por la pertinaz sequía a la que nos tienen sometidos los políticos, periodistas y otros hombres y mujeres de malvivir, ¡me parta un rayo si no descargo la maldita adrenalina que me está comiendo las entrañas!.

- Pero, ¡bueno Incon, con la fama de tranquilo y apacible que tú tienes por estos foros de Dios……!. ¿Dónde vas con ese léxico impropio de ti?.

-Cierto es, vive Dios!.

Y por lo bajini marrulleo sin articular vocablo alguno.

-¿Y este de donde sale y a qué viene a sonrojarme y avergonzarme ante todos……….. ¡Qué puñetas!. ¡Ni control ni historia! Que la Diosa no ha especificado. ¡Salvaje y punto!.

Ahí va mi narración: “ Iban tres hijos de pu…. , que no tenían mas nada que hacer que dar por saco a toquisqui que se encontraban por medio, cuando al doblar una esquina se dan de cara na menos que con Torrente2, mire usted “for where”……………..

La soledad es como un enorme agujero negro, con esa ansia infinita de absorber todo lo que le rodea, vaciando su entorno, enfriándolo como el hielo al vaso que lo contiene.

Pero todo tiene un límite, al igual que la capacidad de absorber y, cuando a él se llega, la soledad explota incontroladamente, regando sus alrededores de una vomitosa mezcla de recuerdos y vivencias; es entonces cuando amanece la locura.

Quizás en ese estadio me encuentro.

El que quiera saber como termina que me compre el libro. Bussines is bussines.

¡Si es que somos como somos y na mas!.

viernes, 5 de septiembre de 2008

NO SE AMAR DE OTRA MANERA

¡No sé! Y mi aliento expirará sin llegar a saberlo.

No sé si debí mirarte, cuando te vi pasar,

pero te miré, mujer,

sin pretenderlo.

No sé que ocurrió en mi interior, en mi ser,

Pero me siento lleno,

sin entenderlo.

Ni dejo de pensar en ti, hasta en mis sueños,

Preguntándome qué está pasando,

¡qué siento!

No sé por qué cruzaste ante mis ojos,

pero latió el amor en mi pecho,

sin quererlo.

No sé que idolatrar hiera, o haga daño;

Si solo te amo en la distancia,

sin pretenderlo.

Ni sé si merecí de ti amor o solo desprecio,

pues nada busqué para mi, solo quererte,

ya que así nació mi amor,

sin quererlo.

¡Déjame amarte mujer, como te estoy amando!

En la distancia y en silencio.

¡No sé amar de otra manera,

y lo siento!

domingo, 3 de agosto de 2008

PUFF, COMO POMPA DE JABON



Mañana fría de un invierno con mas atraso que el AVE a Barcelona; con la fuerza que da la obligatoriedad de llegar al trabajo antes de las ocho, aquel amanecer, salí de casa como cada mañana. De no haberlo hecho, ni hubiese llegado al trabajo tarde, como así ocurrió, ni la hubiese conocido, ni posiblemente nada de nada; son los inconvenientes de salir o no de casa cada mañana. Anduve rápido pero con precaución al ver como las aceras reflejaban con demasiada perfección el horizonte.

Doblé una esquina. ¡Bien, bien! solo giré alrededor de ella, ya sé que estaba doblada antes de llegar yo y, fue ahí, precisamente ahí, cuando ella quiso doblar la misma esquina... perdón, quiso girar en la misma esquina que yo, pero en sentido contrario. (Ya se sabe las mujeres, hasta antes de presentarse ya nos llevan la contraria) Ella no quiso tropezar conmigo; yo sí quise tropezar con ella. Pensadlo, era mas bien espectacular, con unos ojos que miraban a la Cibeles y hacían andar al carro con la diosa, un pelo rubio natural, aunque me hubiese dado igual que fuese teñido, en realidad le vi el pelo por lo que pasó mas que por mi interés en esa parte de su cuerpo.

La cuestión es que ella, (siempre ellas) al intentar evitarme, cosa por otro lado lógica porque feo soy como una maldición en medio de una iglesia, resbaló con engañosa suavidad de unas aceras acristaladas y no por la esmerada limpieza del Sr. Alcalde y dio a caer sobre mi enamorado pecho.

¿Has observado alguna vez los aspavientos y manifestaciones llamativas que todo el que va a caer hace para llamar la atención del público asistente? Yo si y, además, en aquella ocasión hasta sentí sus efectos porque, no solo la diosa Cibeles... ¡Perdón! Se me fue la olla, la espectacular chica se vino a mis brazos como las olas del mar se mecen desvanecidas sobre la fina arena de las playas (¡cómo me ha quedado oyes!), sino que una de sus manos, precisamente la derecha (y eso que la política a mi como que ni fu ni fa), se fue a posar, con la suavidad con la que una hoja otoñal se posa en el suelo, sobre mi entrepierna.

Verla en mis brazos, tan cerca sus rojos labios de los míos, sus ojos mirándome con sorpresa, tan abiertos, tan hipnóticos y que tan inesperadamente me atacase por los bajos sin que yo ni tan solo me hubiere insinuado; ¡vamos, sin frenos y cuesta abajo!. Aquello fue demasiado para mi y sin soltarla (es lo último que hubiese hecho ni en ese momento ni el resto de mi vida) la besé.

¡Ya, ya lo sé, no la besé, bueno y ... qué! Uno no está preparado para que la vida le de ciertas oportunidades. Pero... si yo llego a saber que aquello iba a ocurrir, la hubiese besado seguro; además, y no la hubiere dejado de besar hasta que ella perdiese el conocimiento, por ahogo, ¡ya lo se! pero lo hubiese perdido en mis brazos. ¡Jo!

Pero no, lo único que ocurrió fue que una explosión de fuerza natural descontrolada, descomunal; vamos, como si treinta volcanes al mismo tiempo irrumpieran con todas sus fuerzas y calor en la superficie de la tierra, se desplegó en donde mis piernas se unen a mi tronco... a mi tronco cuerpo, quiero decir y... ¡milagro! ¡mil milagros mas! ella no retiró su mano.

La verdad es que o la chica estaba bien desarrollada o el abrigo que llevaba era de paño bueno porque pesaba con un matrimonio sin dinero; aun así, la retuve entre mis brazos hasta que...

¡Puff, como una pompa de jabón entre mis manos, desapareció!

Abrí mis ojos y tomé conciencia de que otro día mas, llegaba tarde al trabajo.

martes, 29 de julio de 2008

EL DESPROPÓSITO

Cuentan que era extraño en casi todo; huraño, de fuerte carácter, dado a observar en silencio, porque en silencio vivía, entre libros y viejos recuerdos. De edad tan difusa que nadie aseguraba saberla. Su poco pelo perdido en la inmensidad de su cráneo, de tal magnitud y proporción que, de haber usado el cerebro, otra historia se contaría de su pueblo, de su país, hasta del propio universo pero, dejémoslo ahí. Pies zambos y mas bien planos, calzados con botas altas siempre, como un segundo pellejo adherido a su figura desgarbada, mas bien rota, quizás por el peso de sus pensamientos, o no. Sus manos como garras, parecían ser de oso más que de gorila, no sé si por las uñas o por la suciedad que portaban; otra segunda piel que le protegía de insectos y hasta de la vida.

Y aun así triste era su figura que, orgulloso, acostumbraba a lucir día a día por las calles, por la estación, por la plaza del Consistorio; eso sí, sin que nadie lo entendiese, rehuyéndole el contacto, la mirada y hasta el común aire que los cristianos comparten con todos los demás mortales.

Ocurrió como siempre pasan las cosas, sin avisos previos, sin sonidos de trompetas que alegre o tristemente alerten al pueblo llano que algo importante está viniendo. El no andaba por las calles en esos momentos; otros sí, comprando, bebiendo en los bares y comentando el partido de fútbol del fin de semana pasado, o simplemente yendo o viniendo. Se oyó una enorme explosión que llegó hasta los oscuros rincones de la cueva horadada bajo su enorme vivienda, donde la triste figura acostumbraba a cultivar sus champiñones. Enderezó en lo que pudo sus corvado cuerpo y, lanzándose en singular carrera salió a la calle.

Al llegar a la plaza, ya otros le habían precedido y como contemplando la levitación de una aparición mariana, bocas abiertas, sobre ellas las manos, observaban paralizados la fachada de una de las casas, en cuyos balcones de la planta alta se encontraban tres pequeños llorando. Detrás, aparecían y desaparecían las llamas de un enorme incendio. El humo dado en salir por todos los huecos que la vieja vivienda de tres plantas, alertaba a los viajeros más alejados que no pudieron ser avisados del comienzo del espectáculo con la inicial explosión.

No se entretuvo en pensar; ni era su costumbre ni, posiblemente, su mayor virtud y, lanzándose con su enorme mole a la fuente de la plaza, salió empapado hacia la casa. Reventó la puerta de entrada de un solo golpe y se adentró en ella, perdiéndose entre la penumbra y humareda que la inundaban. Todos, paralizados por el estupor, el miedo y, sobre todo, la cobardía, miraban con esa sádica mirada que los seres humanos acostumbramos a contemplar la desgracia de los demás, la “estúpida” reacción del pobre “despropósito”.

No tardó mucho en aparecer en el balcón donde los niños lloraban. Cogió en brazos a los dos pequeños y le indicó al mayor que se agarrase a su espalda. No pudo ser, nada mas dar un paso hacia el interior, donde las llamas ya rodeaban el hueco del balcón, se descolgaba el pequeño, cayendo al suelo. De nuevo al balcón y, dejándole en el suelo, comenzó su carrera con los dos chicos en brazos. No tardó en aparecer en la puerta y, soltándolos casi con brusquedad, volvió al interior. Cuando su figura apareció de nuevo en el balcón, las llamas habían prendido en sus ropas y, tomando al pequeño en sus brazos, miró hacia dentro. Lo intentó una, dos y hasta tres veces hasta que una nueva llamarada le abrasó literalmente la espalda y el poco pelo de su monumental cabeza. No soltó al niño y, apretándolo contra su pecho, dio un salto y se lanzó al vacío.

Cayó de espaldas y sobre su estómago, colchón que amortiguó la caída, el pequeño.

Cuando se acercaron a ellos, el niño aturdido se levantó. Del pobre “despropósito”, quedaron grabadas para siempre en las retinas de la gente del pueblo su sonrisa y su mano derecha, con el puño cerrado y el dedo corazón erecto, hacia arriba, señalando a la gente del pueblo.

viernes, 18 de julio de 2008

AUN NO HA OSCURECIDO


Es al caer la tarde. Suenan las hojas secas bajo nuestros pies, como un grito de agonía que la suave brisa aleja de nuestros oídos. Rítmico andar, obligados por el decadente otoño de nuestros corazones, para que puedan bombear la poca sabia que va quedando en estos cansados cuerpos, que antaño fueron objetivos y esperanzas. Hoy, ya solo quedan recuerdos, quizás también difuminados en el tiempo, como el grito agónico de las hojas que ya nunca volverán a ser.

Ya llega el final de setiembre; ya llegan los ocres arrasando todo nuestro horizonte; vientos a rachas que arrancan sin piedad la vestiduras de aquellos que tanto nos acompañaron, que tanta sombra y cobijo nos dieron, que tantas caricias ocultaron a la indiscreta mirada del furioso sol que, celoso de esa belleza y cansado de su monótono deambular, se oculta temprano.

Y en ese escenario, tú y yo, nosotros, tomados de la mano; no sé si recordando nuestras escaramuzas juveniles o buscando el disimulado apoyo a nuestra dudosa estabilidad, paseamos por el sendero hasta el horizonte; ida y vuelta, como siempre, teniendo alegre conciencia que esa vuelta, algún día no ocurrirá.

El crepúsculo se acentúa, los árboles van ocultando sus caras, realzando sus contornos en un tímido intento de esconder su desnudez. ¡Pobres ignorantes!. Sonreímos al mismo tiempo que apretamos nuestras manos buscando complicidad. ¡Pero si el invierno pasado ya os vimos desnudos también!. ¡ Y tantos inviernos más!.

No suena el arroyo este año; la dura sequía no tuvo piedad, ni aun aquí, en nuestro paraíso perdido en los montes que me vieron nacer. Ni el arroyo, ni las ranas, pero a cambio, arrecian las chicharras, haciéndoles coro a las plañideras hojas otoñales. ¡Curioso concierto, mujer!.

Caminamos hacia levante, allí nos lleva el sendero, aun sabiendo que, al volver, las últimas llamaradas nos cegarán el camino. Ya una vez tropecé y estuve a punto de caer. Lleva pendiente ascendente, así, al volver, cansados por el paseo, nos será más fácil el retorno. ¿Frialdad de pensamiento?. Quizás; es culpa de la vejez, el pasar los años encallece nuestros corazones dejando pocos resquicios por donde dejar entrar algo de sentimientos, impidiéndonos ver lo romántico del paseo que tarde tras tarde, siempre al anochecer, damos cogidos de la mano, hasta allá lejos, hasta el horizonte.

Es hora de volver, entornamos nuestros ojos y tomamos camino hacia el sol.

De pronto, siento a través de tu mano como crece una sonrisa en tus labios y, parándome ante ti te miro. Aun no ha oscurecido y los últimos rayos de ese agónico sol, iluminan tus mejillas. Me quedo extasiado contemplándote. ¿Recuerdas?.

Ya hace cuatro años que te fuiste, pero yo, aun paseo junto a ti, recordándote.

sábado, 12 de julio de 2008

LLUVIOSO ATARDECER

Tarde de agradecer, en un setiembre infernal, celoso del verano al que siempre quiso pertenecer.

Luis, con la monotonía con la que una beata confiesa sus faltas todos los días antes de comulgar, camina despacio por la ancha acera del bulevar que, inconscientemente, le obliga a dirigirse, aun sin querer, al bar donde se sumerge cada atardecer en lo mas profundo de su alma.

Largo, como la sombra de un ciprés en un atardecer del estío manchego, porque su extrema delgadez no le permite ser alto, camina sumergido en el mar de agua dulce que la inesperada tormenta veraniega descarga sobre Madrid; bulevar abajo, hacia Rosales y, antes de esquinar, su bar, su casa, su refugio, donde desde siempre, sentado sobre la misma mesa y mirando tras el mismo cristal, escribe lo que algún día llegará a ser alimento de las llamas en la caldera de algún pobre soñador como él.

Le es difícil avanzar, el viento que remueve las aguas del mar flotante le empuja hacia atrás, como avisándole de algún oculto peligro tras el tronco de uno de los plátanos de india que adornan el paseo; pero la soledad en la que vive, la necesidad de contar todo lo que lleva dentro, el suspenso en Derecho Civil que le acaban de notificar en la Politécnica, le dan las fuerzas que necesita para vencer la, cada vez, mayor resistencia del viento que le trae olores de pinos de la Casa de Campo. Al llenar sus pulmones con aquel olor, entrecierra sus ojos, quizás para protegerlos mejor de cualquier mota de polvo que, viajando de polizón en alguna de las ráfagas de aire que le maceran la piel, se cuele en ellos y, sonriendo, se recrea en alguna olvidada escena de amor que en otros tiempos pudo disfrutar.

Por fin consigue llegar a la puerta del bar; se sacude el pelo, el resto de su cuerpo está tan lleno de agua que no merece la pena preocuparse mucho más y abriendo la puerta, entra en casa. Se acerca a la barra donde, sin tan solo una insinuación, le espera una taza de café, solo, amargo, denso y tan caliente que le reconforta tan solo olerlo. Mira a Javier y sonríe agradecido; este le devuelve la mirada y con un pequeño gesto le indica una mesa del bar. Luis se da la vuelta para acercarse a su mesa, junto al ventanal, para ver caer la noche y, antes de llegar a ella, ya suena en el ambiente un blues, suave, entrañable, sugerente, íntimo, melódico, eterno. Javier ha elegido hoy el tema Kind hearted woman de Muddy Waters, quizás influenciado por el día, o por la ocupante de la mesa que, subrepticiamente, ha indicado a Luis.

Ya sentado, colocados sus papeles húmedos y algo desteñidos sobre la mesa, junto al café que sus delgados dedos remueven lentamente, levanta la mirada y despreocupadamente mira en la dirección que Javier le indicó. Sin esperarlo, sus ojos se encuentran frente a los ojos más negros, profundos, enigmáticos y bellos que jamás pudiera imaginar, mirándole, sin parpadear, serenos y sonrientes.

Pero aquí ya empieza otra historia.

sábado, 5 de julio de 2008

LA POSGUERRA



He leído tanto en mi vida sobre la postguerra, que se me han encallecido los lagrimales de los ojos, no de llorar, que no me mueven esos sentimientos, si no de enjugar sus iris para poder seguir leyendo. Nunca me importó el pensamiento político de quien escribía, sino lo que quería transmitirme. Y ahora os leo a vosotros, en ese limpio y sincero recorrido por vuestros recuerdos, obviando todo aquello que en nuestros juveniles cerebros no tuvo cabida y, sonriendo, con mis lagrimales a punto de reventar por aguantar, “como macho y hombre que soy”, esa pequeña y rebelde gota de añoranza que intenta salir de mi emocionado corazón.

Viví aquellos tiempos, como tantos otros y, cuando cansado de la tensión diaria en la que libre y voluntariamente me he inmerso, me recluyo en mi rincón, alejado de todo, a oscuras y en silencio, recapacitando sobre lo vivido y hecho, y reconozco que de aquellos tiempos solo me vienen a la memoria bellos recuerdos; más que bellos, los mejores momentos. Ahora me los hacéis rememorar y os lo agradezco. Vuestro escribir, vuestro comentar, vuestra ilusión por seguir adelante, vuestros pequeños triunfos, vuestros sueños. Unas veces, reflejados en una esquina semioculta de alguna buena narración, otras, comentando a otro escribidor o, simplemente, escribiéndolo; que no os duelen prendas para largar sentimientos y leerlos es manjar de pocos, yo, entre ellos.

¡Claro que tengo recuerdos, tantos, que llenaría siglos de historia al revivirlos!. El problema es el tiempo. Pero algo me viene al pronto, los babis, por ejemplo, aquellos uniformes grises que cubrían nuestros cuerpos. ¡Cómo no recordarlos, siempre llenos de tiza, de tinta negra, de barro del patio del colegio!. Y en un bolsillo el plumier, en el otro la “perra gorda” (un décimo de peseta) para comprar el pan de higo, o el polvito de algarroba, porque a la manzana clavada en un palo y cubierta de caramelo no llegaba mi sueldo. Zapatos con suelas de goma, el gorila, la cartera y la cabeza llena de ansias de comerme el mundo entero.

¡Qué buenos tiempos. No me lo estropearán otros, aun por mucho que lo intenten, los nuestros fueron mejores, mucho mejores.! ¡Creo que, para los que los vivimos, nunca habrá mejores tiempos!.

lunes, 23 de junio de 2008

LA MIRADA INDISCRETA


Roberto salió del despacho donde trabajaba de pasante desde hacía dos años, recién terminada la carrera y, rápidamente, siempre pegado a las fachadas de las casas, se dirigió al restaurante de comida rápida donde acostumbraba a comer. Abrió las puertas del restaurante y, como si el tiempo se le hubiese escapado por algún recóndito orificio del inmenso espacio, se acercó a la mesa más apartada de todas y se sentó; como siempre, mirando hacia la calle, intencionadamente de espaldas a la realidad que, día a día, se originaba a la hora de comer.

Aun no había llegado el grueso de la clientela así que, no tuvo que esperar mucho para oír a su lado la voz de la camarera

-¿Va a comer lo de siempre?- sin tan solo un saludo, Roberto asintió con la cabeza mientras su mirada se perdía a través de la cristalera que daba a la calle, entre el ir y venir de los viandantes que, a esa hora del día, daba la impresión que todos llegaban tarde a sus destinos. Las mesas de “fuera” del restaurante estaban vacías; aun el tiempo no acompañaba a la invitación de comer fuera, aunque no por ello, el dueño del restaurante no perdía la oportunidad de completar un buen lleno.

Cuando le sirvieron el primer plato, Roberto comprobó como cuatro personas se disponían a ocupar la mesa que, en el exterior, se encontraba frente al lugar que él ocupaba. Tres hombres y una mujer. No los miró para evitar encontrarse con sus miradas e, instintivamente, bajó su cabeza y fijó la mirada en el plato. Al coger el vaso de agua para beber, levantó la mirada y en ese instante tomó conciencia de que el hombre que se había sentado frente a él, en la mesa exterior, le estaba mirando fijamente. Toda la sangre de su cuerpo se le vino a la cara, el vaso se le escapó de entre los dedos y el agua inundó impertinentemente el mantel de papel, la mesa y el suelo.

En ese instante oyó las carcajadas de algunos comensales que, originadas por alguna graciosa salida de uno de ellos, él creyó motivada por su inoportuno protagonismo. Los nervios le saltaron como muelles de sofá destrozado por el juego de los niños y, sintiéndose morir, bajó los ojos hasta el mismo suelo, extendiendo con la suela de sus zapatos el charco de agua que su atolondrado comportamiento había formado. Tan concentrado estaba en su ensimismamiento, que no notó como se acercaba la camarera y al hablar esta, para decirle que no se preocupase que le cambiaría el mantel en un instante, saltó como un resorte y, al ponerse en pié, su hombro dio con el brazo de la chica que no pudo evitar la caída de la bandeja que portaba, con todos los platos.

Instintivamente miró hacia la cristalera, tras la cual se encontraba el señor que con su penetrante e impertinente mirada, le había hecho salir de su estado de objeto anónimo del paisaje del restaurante al que necesitaba pertenecer. En pocos segundos pasaron por su mente imágenes de su juventud. Su madre y su padre siempre gritándole “¡No hagas eso! ¡No toques aquello! ¡No dejes eso ahí! ¡No, No, No! ¡Siempre sintiéndose observado para ser corregido!

Al comprobar que la mirada del desconocido comensal seguía fija en él y todo lo que le acontecía, Roberto no pudo contenerse y, sin esperar la cuenta, sin decir una palabra, salió corriendo del restaurante y cruzó la calle, sin tan solo comprobar que el semáforo, acompañándole en su dolor, estaba del mismo color que su cara.

Un frenazo chirriante, penetrante como la indiscreta mirada de un desconocido, un golpe seco y todas las miradas del los peatones y automovilistas de la calle se posaron en el cuerpo roto de un hombre que siempre quiso formar parte del anónimo paisaje de la vida.

domingo, 15 de junio de 2008

INVITACION A SOÑAR



No me gusta pensar sentado, no, nunca me gustó hacerlo; prefiero pensar paseando, no importa por donde si es la soledad quien me acompaña, ¡claro! con mis pensamientos. Por el parque, por el campo, junto al mar o a un lago, que la mirada se pierda en el horizonte y no vuelva hasta que la reclame mi cuerpo; necesito esa mirada para volver, si es que quisiera hacerlo.

A veces recuerdo el pasado, que para eso lo tengo y enorme, diría yo, por lo menos llevo años escribiéndolo. Otras el devenir, aunque menos, que ya quedan pocas hojas que rellenar de ese cuento; además, ¿qué habría yo de esperar ya?. Pues eso, pensamientos. Hilos de seda indelebles que formen una red etérea alrededor de mi cuerpo, de mi mente, que la protejan de la locura para que nunca entre y anide en mi cerebro. Porque ... ¿puede haber mayor desgracia que la locura te impida soñar y disfrutar de tus sueños?.

Pues sí, soñar; para mí eso es pensar y si la surte permite que realice algún sueño, entonces ya no es soñar, eso es vivir y para eso fui hecho, para vivir cada instante que piso el suelo, o .... que vuelo, que no siempre es necesario materializar los sueños; a veces es tan bonito levitar entre nubes blancas, soñando que soy un sueño, que hago y deshago todo sin esfuerzo, que escribo, rimo y canto, o, sencillamente, juego. ¡Soñar sin importar qué, solo soñar que sueño!.

Y paseando me encuentro, entre la tierra y el mar, en la arena del desierto que queda sin huellas, sin rastros de otros que antes hollaron con sus pies los granos de fina arena de la playa donde sueño. Al otro lado la mar, llena de hojas en blanco donde escribir nuestras vidas, ideas, pensamientos; sueños al fin y al cabo de mentes inquietas y vivas, que junto a la espuma blanca del manantial de vida del que procedemos, dejen al devenir sus historias, sus experiencias, sus pensamientos. A alguien le ayudará, creo.

Es muy curiosa la edad, el tiempo vivido, el proceso. Se va perdiendo el interés, la fuerza, la inquietud, el miedo de otros tiempos y aparece la templanza, la lentitud, no ya solo en el andar, hasta en el pensar soy más lento. Los problemas se resuelven o quedan disueltos en el tiempo; no importa, ya no son problemas, a lo sumo, manchas negras en la memoria, solo momentos de un gran silencio. Se encallece el corazón, a los sentimientos me refiero. Se ama, sí, pero de otra forma, con más calma y sin revuelos, que esos ya duermen la paz bajo telas y almidones en el baúl de los recuerdos. Je, je, sonrío cuando me acuerdo de aquellos momentos. Ahora, una mujer bonita, es bonita porque lo es, antes por bonita y por deseos que, el que no deseaba dormía en suelos de barbecho. Si lo sabré yo que siempre dormí sobre lecho ...

Ya veis, por aquí me encuentro soñando que aun puedo; que ... ¿Qué puedo?.

¡¡¡Ja, ja, ja ¡!!. Pues ¡qué voy a poder! Puedo soñar y sueño.

Si no les importa a ustedes, hoy seguiré con ellos.

miércoles, 4 de junio de 2008

Tarde de paseo



“Es como transportarme a un mundo hecho para mí. Cuando mis pasos me van acercando a él, se produce una simbiosis entre nosotros. Desaparecen mis dudas, miedos, vivencias; todo va siendo absorbido por su inmensa majestuosidad, su suavidad, su murmullo que jamás cesa, su calma, a veces como la seda, otras como un volcán. Es un eco persistente repitiendo su llamada.”

“Hoy, como cada tarde de este regalado tiempo que la vida me ofrece, vuelvo a su orilla a pensar, a agradecer, a soñar. No sé qué bien hice, que premio me tocó, qué suerte me correspondió, solo sé que, hace mucho tiempo, dejé de ser útil a la sociedad en la que vivo; sé que nada nuevo aportaré, o la vida me aportará. Sin embargo, a mis ochenta y dos años, disfruto de buena salud, me alimento sin limitaciones médicas, dispongo de lo que necesito y, como un regalo adicional más, todas las tardes vengo a su encuentro. Y el mar me acoge con su conversación, con su entrañable runruneo que calma mi espíritu, ralentiza mi corazón y el suave roce de sus frescas arenas, me hace levitar, aligerando mi peso, fortaleciendo mis músculos, rejuveneciéndome hasta la locura.”

“Y yo se lo agradezco. ¡Sí!. Lo hago desde el corazón, porque, de no hacerlo, me sentiría mal. No lo hago porque le crea causante de esta parte regalada de mi vida, no, sé que no fue él; pero sí es quien me recibe todas las tardes alegre, feliz de verme, acogedor, ansioso de mi amistad. Él es quien templa el tiempo, para que sus inclemencias no hagan mella en mi ya gastado cuerpo. Él es quien, con su indefinido color de esperanza y recuerdo, reaviva mi memoria, suaviza mi futuro, me llena de mí mismo, le da plenitud a mi vida. ¡Cómo no agradecérselo!”

“Lo sabe, sé que lo sabe y descansa mis pies bañándolos con su fresco cuerpo, aromatizando el aire que respiro con su aliento, hasta llenar mis pulmones de su ser, simbiotizándonos en un solo pensamiento, para compartir tantos viejos tiempos vividos; su Luna y mi Luisa sonríen juntas, desde arriba, queriendo participar de nuestra sincera amistad.”

“Hoy, soñaré que he vuelto a nacer, que he vuelto a ser feliz y no sé a quien dar las gracias, aunque me dormiré agradeciéndolo.”

jueves, 22 de mayo de 2008

UNA PALABRA DE AMOR






Siempre la admiré al pasar,

Perdido en el anonimato,

Por timidez, por no hablar,

Por no saber que decir

Si sus ojos me miraran.

Y aquella tarde de Junio,

Saliendo de un bar perdido

En la gran ciudad, la vi;

Y sus ojos me miraron,

Quizás por primera vez,

Y yo la miré, y admiré

En silencio, casi con miedo

De poder espantar su mirada.

Y sé que me enamoré,

O enamorado ya estaba

Cuando me miró.

La saludé al pasar pero,

Sin saber por qué,

No pude apartar la mirada.

Sonrió al verme extasiado,

En silencio, sin decir palabra.

¿Qué mas bella palabra de amor

Que una embelesada mirada?

jueves, 1 de mayo de 2008



Sentado a sotavento, como dicen los marinos

Sobre la solitaria roca que domina tu mar,

Tu azul, tu olor, tu color, hasta tu cielo,

Sentado sin pena ni dolor, solo me encuentro.

Sobre el acantilado de la vida

Dudando qué hacer.

Si fundirme en tu mar, tras un corto vuelo

O, seguir por el camino del que nada quiero.

¡Algo tiene el mar, y debe ser bueno!.

Alfonsina lo probó y ya no ha vuelto

Como tantos otros que lo hicieron.

Sentado a sotavento, amigo, sintiendo tu alma

Golpear mi pecho. Me llamas y te deseo

Pero pesan demasiado mis creencias

Y me impiden dar el paso que quiero.

Sentado a sotavento, seguiré siempre

Esperando paciente lo que no espero.

miércoles, 23 de abril de 2008

DIAS DE SOL



Días de sol pasean por las playas de mi tierra, calentando arena y agua, como en las calendas de agosto; quizás un poco menos. A ratos, cuando alguna simpática nube algo subida de peso, paseando sus voluptuosas formas se cruza por medio, se llega a sentir el fresco, que del mar sopla la brisa y la agradece el cuerpo. Y con el día a mi espalda, pasean el día, las olas del mar, las nubes y hasta este pobre viejo; bueno, yo pasear no paseo, yo recapacito, reflexiono y, a veces, hasta pienso.
Descalzo llevo los pies por si las lenguas del mar les da por lamerme los dedos; y se atreven las muy osadas, no crean, aun faltándome al respeto que edad, bueno, casi como el mar tengo.
Sí, es bonito pasear por las arenas del mar, ya en primavera metidos, viendo al fondo conjuntarse cielo y mar y, aquí en la orilla, viendo las olas, como lenguas lamedoras queriendo besar la luna, subir y caer de nuevo, llena su boca de espuma blanca, de rabia por no conseguir un beso, deslizarse por la orilla escondiendo su vergüenza entre los poros de arena. A veces las ves subir y a la lluvia caer del cielo y en la mitad se saludan como viejos conocidos al volverse a encontrar; unas veces en el mar, otras en el desierto, las menos en montes y valles donde mas se necesitan, para beber, como riego del alimento del cuerpo o, para verlas pasar como ríos de esperanza hacia otros pagos que no tuvieron la suerte de ver llorar al cielo.
Camino despacio, hundiendo los pies en la arena, sabiendo que al volver ya no quedarán huellas de mi deambulante andar que, en el mar, doliente de alzheimer, no ha lugar para recuerdos. El problema, ironías de la vida, es que al volver de mi paseo, mi mente también olvidó lo que pienso. ¿Alzheimer? ¿Despreocupación? ¿Desidia? ¿Aburrimiento?. No lo sé, ni lo sabré, porque cuando ya se ha vivido tanto que los recuerdos no caben en la memoria, la pobre va y se bloquea y, entonces, ni entran nuevas vivencias, ni salen las que están dentro.
Días de tibio sol iluminan mis lentos pasos hasta el horizonte y vuelta. Y en el camino, agua de lluvia y mar, arena húmeda y salitre, aire fresco y poco más; suficientes ingredientes para aliñar las ideas que como un sueño, salen de mi anquilosado cerebro momentáneamente activado por el fuerte olor a vida que desprende el enamorado mar.
¡No pienso que es la tristeza lo que me lleva a escribirlo! Si alguien mirase mi cara, me vería sonriendo porque, la vida con toda su cruel realidad, nunca consiguió entristecer a un hombre que llega a viejo, por edad o por saber, porque los dos se hacen uno en el devenir del tiempo vivido.
Hoy soñaré que fui joven; je je, quizás se cumpla mi sueño.

domingo, 20 de abril de 2008

LOS TRILLIZOS



Siempre les veía al salir del colegio, por la tarde; los jueves no, que en los Marianistas era medio día de libertad. Me habían comentado que eran tres hermanos mellizos o algún otro palabro que de pequeño oíamos y nos sonaba a incomprensible cosa de mayores. Lo cierto es que cuando me encontraba con ellos, siempre acompañados y seguidos por aquella enorme, yo diría mas bien, descomunal, tata o señorita de compañía, se quedaban mirándome como si viesen algo extraño, cuando la realidad era que los extraños no se encontraban en este lado de las cruzadas miradas.

Eran hijos de una de las mejores y más adineradas familias de mi pueblo. Verlos era como tener repetida una de aquellas estampitas que coleccionábamos de pequeños. Iguales, igualmente vestidos y peinados. Tan perfecta y odiosamente iguales que, cuando uno de ellos lograba articular alguna extraña palabra, que solo entendía la enorme “foca”, perdón, señorita, que les defendía de la maldad del resto de los mortales, los otros dos restantes, como en los partidos de fútbol de cualquier ciudad moderna, repetían en perfecto y monotonizado coro.

En cierta ocasión, recuerdo, le pregunté a mi madre qué les pasaba.

- Son trillizos, hijo, pero tuvieron la desgracia de nacer en una placenta infartada y ...- no la dejé terminar. Cuando los padres de aquellos años nos hablaban como si fuésemos mayores, aparte de que se me quedase la visión cuadriculada el resto del día y por la noche soñase extrañas peripecias, frutos de mis atribuladas neuronas, era mejor no seguir oyéndoles porque al final nada más íbamos a entender. Y al salir corriendo, yo pensaba: “Pues a mi me parece que solo son tontos”.

Cierta tarde, al volver de jugar al fútbol en el colegio, les encontré por la calle. Yo iba algo distraído comprobando una colección de estampitas que mi amigo Luis quería cambiarme por dos canicas preciosas y, sin previo aviso, sin mediar palabra, sin aparente intención que me hubiese avisado con tiempo, uno de ellos, nunca sabré decir cual fue, tan idénticos como eran, me dio un empujón y, cuando tomé conciencia de lo ocurrido, me encontraba tirado en el suelo, las estampas volando en desbocado y galopante vuelo rasante y, casi sobre mis atribuladas piernecitas, aquella enorme masa que, desde mi nueva e involuntaria postura para verla, solo se veían unos gigantescos brazos en jarras, unos pechos, supongo que eran dos porque en realidad solo se veía uno pero tan grande como mi colegio y el trueno de su voz, casi tan grave como la del Padre Camilo, mi profesor de Latín, que me gritaba

- ¡¡Has podido hacerle daño a mi Crispín con tu estúpido comportamiento. Ten cuidado la próxima vez- y señalándome con aquel índice de su mano derecha que, saliendo como pata de elefante desde su hombro, se extendía ilimitadamente largo hasta casi mis ojos, -tendrás que vértelas conmigo.

A veces la vida es extraña y nuestro comportamiento aun más porque en aquellas circunstancias, cualquier chaval de mi edad, aparte de estar haciéndose encima todo tipo de porquerías, estaría envuelto en un mar de lágrimas y arrepintiéndose de no se qué acciones pecaminosas contra la vida misma. Pero no, yo, en ese momento, cuando la “masa” fue a retirar una de sus piernas para seguir la carrera que sus “niños” habían emprendido después de "mi" imprudente acción, levanté mi delgada piernecita y dando su enorme pié contra ella, después de que su voluminoso cuerpo había tomado la correspondiente inercia en aquella dirección, no pudiendo apoyarlo a tiempo para soportar el peso que se venía encima, dio en el suelo, junto a mi cuerpo, con tal estruendo que hasta el involuntario, pero no por ello pequeño, escape de gases que tuvo a bien producirse en tan inesperado momento, quedó silenciado.

Miré y vi; y lo que vi nunca lo olvidaré. Al caer, sus larguísimas zayas, faldas o como queráis llamarles, salieron en la misma dirección que el cuerpo y por tanto, hacia su cabeza dejando al descubierto algo que ningún ser humano haya podido ver jamás.

¿Muslos?. Aquellas cosas eran como las columnas de Hércules, de las que hablan Da Vinci o Plínio que, colocadas una al sur de España y otra al norte de Marruecos, daban paso a la famosa Atlántida. Eso sí, deformes como pocas cosas he podido ver en mi vida. Fofas, magras, blanquecinas como sábanas sepulcrales. Y no os cuento donde se unían porque os podría retirar para siempre vuestros pobres y exiguos instintos sexuales. Lo que sí puedo deciros es que, con aquella prenda íntima, aunque con esas dimensiones de íntima poco podrían tener, yo me podría haber hecho diez o doce pares de camisas para ir al colegio. Como escapé no viene a cuento, pues ya veis que soy yo quien lo narra.

lunes, 7 de abril de 2008

Retrospectiva




Al escritor Fernando Fernán-Gómez

Años llevo sin querer volver la mirada atrás; sin pensar si lo que fui fue lo que quise ser, si lo que soy es lo que en realidad soñé, para mí, para mi ser. No es recordar errores, ni fracasos, ni triunfos. Hubo de todo, lo sé. ¿No lo habría de saber si fui yo quien lo vivió, quien lo hizo ser, el único que lo maquinó?

Es la vida la que, a veces, llegados a una cierta edad, nos obliga a parar la marcha y echar una mirada atrás. ¿Es la edad, o la experiencia, o el miedo a lo poco que me queda por andar?

Me educó la razón pura, sin dejar espacio a la fe y por ella me dejé llevar hasta donde llegué y, en llegando a donde estoy, hoy me dio por preguntarme: ¿Estoy donde debería estar? ¿Soy quien debería ser? ¿Hice lo que debí hacer? Algo he sabido a ciencia cierta y es que no nací por casualidad; no soy el producto de una evolución aleatoria; lo sé por la razón, en ningún caso por la fe y esa seguridad es la que me hace preguntarme: ¿Estoy, soy, actúo…?.

Estos largos paseos, acompañando a la tarde en su suave fluir hacia el horizonte; estos calmosos pasos, que hollando la húmeda arena, me llevan poco a poco hacia mi destino, son tiempos de meditación que a escondidas le robo al acaecer diario de mi razón pura, sin que ella tenga constancia, ni del robo, ni tan siquiera de la intención. Y es hacia el atardecer, cuando mi pensamiento reactiva la memoria de mi haber vivido, cuando tantas y tantas preguntas nacen de mi ser y quedan, como la frágil espuma de las olas, sueltas al devenir incierto de la brisa de la tarde y siempre sin contestar.

Sin contestar. Sí. Quizás no tenga tanta importancia si estoy donde debería estar o soy quien debería ser porque el “debe” a veces no importa, cuando el “haber” es suficiente. ¿Mi haber? No cabe en este mar mi haber y ¿para qué? ¿Lo supe quizás emplear? ¡Cuantas veces me contesté: Aun no llegó el momento de aplicar tu conocimiento! Mañana será. ¿Por qué mañana? ¡Ay, mi viejo amigo, porque sabes que ese mañana nunca ha de llegar!

Tú que no sufres el tiempo porque el tiempo está en tí; que nunca tuviste un mañana, porque jamás viviste un ayer, que con tus continuas mareas borras siempre mi ayer para dejar limpia la llegada de mi mañana, dime: ¿Soy quien debería ser? ¿Hice lo que tenía que hacer? ¿Estoy ...? en esta tu orilla esperando al barquero que está a punto de llegar...

domingo, 30 de marzo de 2008

HOJAS MUERTAS CAEN


Hojas muertas caen, desde tu piel marchita,

Escamas blancas, recuerdos de mi perdida memoria

Que planean, levitando sobre el incierto suelo

Queriendo evitar que el olvido las absorba.

Hojas muertas caen ante mis dolidos ojos

De una piel que antaño era mi pasión, mi vida

Y cada una se va llevando la historia

De todo lo que fue y seguirá siendo

Mi vida, mi ilusión, mi libertad, mi memoria.

Hojas muertas caen, desnudando tu esperanza

Viendo incumplir los sueños que ambos nos forjamos

Viendo derramar la vida de entre nuestras manos

Envejeciendo juntos, escribiendo nuestra historia

Desolador paisaje el que la vida me muestra

Nunca supe entender que la vida es solo un trance,

Que Fausto fue una entelequia, un esperpento


Y en su espejo nos miramos todo nuestro tiempo

Hojas muertas caen, desde nuestra piel marchita

Desnudando nuestros cuerpos de vanidad absurda

Dejando nuestras almas limpias de recuerdos

En donde escondimos juntos la efímera belleza

Que nos convirtió en falsos ídolos de barro.

¡Dejémoslas caer! Ocultaban nuestras caras.

miércoles, 19 de marzo de 2008

VIAJE A NINGUNA PARTE


Navego por el espacio, sin fijar mi rumbo, desconcertado de tanto por ver, tan maravillosamente absorto en el espectáculo que se va presentando ante mí, que no quisiera seguir sin dejar alguna constancia de ello.

¿Por donde empezar?. ¿Qué describir?. ¿Qué admirar?. Es difícil entender que cuando no hay ni comienzo ni final, cuando todo es absoluto, cuando una parte del todo puede ser tan grandiosa que podría contener al todo del que forma parte, no importa donde se comienza un viaje, solo describir lo que me rodea, absorbiéndome e integrándome en él.

Pero ……. ¿quién soy?. Como siempre, lo olvidaba. ¡Tiene tan poca importancia el ser de quien contempla tanta grandiosidad!. ¿Quién soy?. Cualquier cosa insignificante, digamos ……… un corpúsculo de pensamiento con necesidad de sentir toda la belleza del Universo. Por eso, viajo desde la nada hacia el infinito y os lo cuento.

ETA Carina, curioso nombre para ese espectacular arácnido deslumbrante que aparece a mi derecha. En el centro, donde se le unen la cabeza y el cuerpo, late ese inmenso y potente corazón de energía y fuego, entre cárdeno y plata, que le hace parecer viva, dándole vida a la tela de araña que, durante tantos millones de años, estuvo tejiendo. Viro hacia su corazón y lo atravieso. ¡Soy tan pequeño!

¡Ah, visión paradisíaca aparece ante mí, cuando la cegadora luz de Carina queda a mis espaldas!. Es Monoceroti, Mon la llaman algunos, en la Constelación de El Unicornio. Queda muy cerca de Carina, a su derecha, un poco hacia abajo. Creo que es única esta supernova. Tiene forma de huevo en plena eclosión, de color entre grisáceo y marrón, dejándome ver su hipnótico, intenso e incandescente núcleo, rojo como el mismo infierno y en su centro ………… como una ostra ofreciéndome su más preciado tesoro, la más hermosa perla que nunca nadie pudiera contemplar. Derivo algo a mi izquierda, no quisiera interrumpir el amanecer de este nuevo sol que dará luz a todo lo que le rodea.

Y me acerco a la nebulosa El Cangrejo pero, antes de admirar tanta perfección, me paro a contemplar y describir, si puedo, a un pulsar que aparece sobre mi vuelo. Es de rojo intenso. ¡Tanto, que hasta mi pensamiento toma su color!. De forma helicoidal en su centro; es …… como contemplar el vuelo de los volantes de un traje de sevillana, bailando por bulerías sobre un escenario negro como la noche, como el abismo, como ese agujero negro de ahí abajo que, poco a poco me va absorbiendo. ¡Que espere un poco, que aun no llegó mi momento!. Me giro hacia mi izquierda y no puedo por menos que parar, aguantar mi respiración y dejarme mecer en éxtasis en el embelesamiento. Quisiera contemplar un momento esa fastuosa danza de fuego, sin música que la acompañe; jamás nadie supo poner música a baile tan bello, solo el propio Universo y a su ritmo bailan los neutrones magnetizados que componen este pulsar.

Al dejarme atraer por ese maléfico agujero negro, me quedo perplejo al observar a mi derecha algo casi milagroso, algo único, diferente a todo lo imaginado. Es un perfecto anillo de oro puro y, como incrustada en él y en todo su diámetro, la más transparente, fina, luminosa y perfecta esmeralda que jamás nadie pudiere contemplar; un océano calmo solidificado, como abrazándolo, montada al aire por un increíble joyero. Es la Nebulosa de El Anillo.

Y, mientras me dejo absorber, me duermo.

lunes, 10 de marzo de 2008

SIN MEMORIA



Camino despacio, sin destino, vacío el petate de cargas innecesarias, liviano, sin nada que buscar, ni que ocultar, limpio el pensamiento de proyectos, de dudas para elegir camino y, aun así, algo en el alma me reclama un destino, un rincón donde sentar mi quebrantado cuerpo y, entrecerrando los ojos, imaginar que estuve, que hubo un ayer, que alguien debí ser.

La memoria no es solo un almacén de recuerdos, una enorme y a veces pesada base de datos donde resolver dudas. No, antes que todo ello, la memoria es la garantía de que somos, que existimos, que lo que ocurrió ayer lo hemos vivido. Si, la memoria es nuestra señal de identidad. Pero… ¿y cuando se pierde? ¿Cuándo la vida nos la roba y luego, lentamente, nos la va devolviendo a trozos pequeños y desordenados?.

¿Nunca nadie sintió la sensación de no haber vivido, de estar en un lugar sin saber ni cómo, ni cuando, ni por qué, para qué?. ¿Alguien, alguna vez, se miró en un espejo y no reconoció la cara reflejada?. ¡Qué duro es comprobar que otros, totalmente desconocidos, saben de nuestra vida, de nuestros deseos, de nuestras necesidades, mucho más que nosotros mismos!. Al principio sorprende, hasta tiene un cierto sentido irónico y divertido, pero la continua sorpresa termina por corroer la fortaleza psíquica y, cualquier día, al levantar la mirada y comprobar que todo sigue siendo nuevo, desconocido; cuando la necesidad de saber, de entender, supera de tal forma nuestra capacidad mental, blummmmm, la mole se desploma y aparece la inseguridad, el desconcierto, y la continua duda se convierte en compañera de viaje hasta que la imposibilidad de calmar su avaricia nos hace caer en… camino despacio, sin destino, vacío el petate de cargas innecesarias…

viernes, 29 de febrero de 2008

HUBO UNA VEZ UN TIEMPO...


Sí, lo hubo y yo lo viví, aunque ya solo me queden retazos, recortes, pequeños recuerdos. Veraneaba en la sierra, entre Ronda y Cortes de la Frontera, allá donde nació, hará millones de años, un pequeño río, el Guadiaro. Desde su nacimiento alguien le estuvo cuidando, le abrió paso entre sus rocas, sus riscos, sus viejas arrugas de siglos de espera, el monte Hacho, hermano gemelo de otro que orgulloso se levanta al otro lado del estrecho, ya en las Áfricas morunas, el otro Hacho.

Y en esas aguas frías, transparentes y tan claras, con ese color tan azul cuando el cielo da la cara, en ellas aprendía a nadar, a sentirme pez, a volar entre dos cielos, porque nadar es volar, es sentir ingravidez, es libertad. ¡Qué bellos tiempos aquellos.!

Tres kilómetros de senderos, estrechos, difíciles, unas veces hacia arriba, las mas bajando, ligeros, corriendo para llegar primeros, que son los juegos de niños; alguna caída que otra que mi padre, gran curandero, sanaba frotando el golpe con manos de experto, de santo y siempre diciendo: Os he dicho que no corráis. ¿Veis lo que pasa?. Ahora todos conmigo- y con él íbamos, pero solo un ratito de nada, que los jóvenes, ya se sabe, les vale cualquier descubrimiento. Yo, una vez, al escaparnos en aquellas aventuras, después de que mi hermano el mayor, cayese sobre un zarzal y mi padre, como siempre, nos soltase su regañina, volví la cabeza a mirarle y le encontré sonriendo. Aquello se me gravó y al volver a casa, mientras mi madre nos ponía la mesa llena de hambre, le pregunté y, como no, me contestó: “Cuando seas mayor lo entenderás”. Ya soy mayor y, al recordarlo, sonrío, como no.

Aquellas excursiones largas, calurosas, arriesgadas, terminaban casi siempre en donde nació el Paraíso, las Buitreras. ¿Como lo describiría yo?. Bajando un empinado sendero, de pronto la tierra se parte, se divide en dos; es como si un ser mitológico, enfadado con la tierra, la hubiese cortado en dos y, en el fondo del corte, allá a doscientos metros de profundidad, una explosión de agua, tan pura, tan transparente, tan nueva, manando desde el mismo vientre de la tierra, se nos ofrecía fresca y diáfana para calmar la sed de la caminata y para sumergirnos en sus entrañas, como queriendo formar parte de aquel milagro. Y a su alrededor hierba, verde como la esmeralda, juncos, donde culebras y ranas convivían en paz, hasta nuestra llegada, queriéndolas alcanzar mientras nadábamos tras ellas.

Si, amigo mío, hubo una vez un tiempo ...

jueves, 21 de febrero de 2008

REQUIEM POR UNA MADRE



No ocultes tu belleza madre bajo esa negra ropa, ni escondas a mi mirada las huellas que en tus rodillas dejaron los duros suelos. No madre no, nada tienes que ocultar, ni tan siquiera a tu hijo. ¿No me veías siempre, orgullosamente erguido, cuando contigo caminaba por las aceras del barrio?.

¿Cuántas veces en mi vida, escondido entre las sombras te observaba admirado en la cocina guisando, cosiendo la vieja ropa, barriendo y fregando suelos, lavando, ordenando, tendiendo y planchando sucios monos de trabajo, trabajando sin el menor descanso y siempre con una sonrisa, como agradeciendo a la vida la suerte de poder vivirla?. Y al terminar la jornada, allá por la media noche, cuando mi mente y mi cuerpo soñaban un nuevo día, el beso que nunca faltaba, lleno de amor, de esperanza, lleno de ti madre, de vida.

Ahora lloro y sonrío, me quejo y siento alegría, me contradigo y sueño. Sueño que sea verdad, aunque yo no pueda creerlo, que existe un Dios justiciero que, ahora que ya te fuiste, te busque y tome tu mano, con el amor que mereces, con la sonrisa que regalaste, con la humanidad con que viviste, y te lleve a algún lugar donde recibas con creces tanto como nos diste, a mi, a padre a quienes serviste; porque si ese Dios no existiese, aunque mi incredulidad lo niegue, entonces… ¿para qué sirvió todo el amor que repartiste?.

Hoy sentí como se rompía mi cordón umbilical y comprendí que hasta ahora, aunque estuvieses lejos, aunque ya fueses anciana, siempre me cubrió tu sombra, siempre velabas por mí. Ahora ya no te tengo y mi egoísmo retuerce mis entrañas hasta hacerme daño porque, ¡te quería tanto, tanto te necesitaba! que me olvidé de ti, de que ya estabas cansada, que te habías ganado a pulso el querer y poder morir. Que ese Dios que no existe te bendiga para siempre.

jueves, 14 de febrero de 2008

Tras el espejo




Detrás del espejo, observando,

disfruta de tus movimientos.

Cómo te peinas hoy,

cómo alisas tu cabello.

Cómo cambias una blusa,

cómo pones el pañuelo.

Detrás del espejo, tu alma,

sonríe con tus pensamientos.

¿Me verá gorda así vestida?

¿0sado el traje que llevo?.

¿El rojo que puse en mis labios,

le va al color de mi pelo?.

¿He de subirme el escote, o

Quizás le guste verlo?.

Detrás del espejo se encuentra

La máquina de los reflejos,

La que nos hace ver

como realmente somos y

Como queremos vernos.

Detrás del espejo se esconde

El verdadero ser,

Ese ser desconocido

Que todos llevamos dentro.

Detrás del espejo se esconde

Nuestro ego.

domingo, 27 de enero de 2008

YO SOLO CREO MUNDOS IMPERFECTOS


No creáis amigos que ser Dios es tan sencillo como pensáis. Ya sé que por ahí abajo circulan bulos de todo tipo; que si existo desde siempre, que si todo lo que pienso se crea automáticamente, que creo lo que quiero, que juego con la vida de los seres humanos, que soy perfecto…

¡Anda ya! Nada de nada. Os contaré unos cuantos secretos pero, por favor, que no se enteren los que tienen fe, que se me chivan y se organiza una que cualquiera sabe donde termino.

Vamos a ver, especifiquemos. Primero. Eso de que soy uno, como lo de la Patria “Una, Grande y Libre”, pues va a ser que no. Si solo hay que pensar un poco. ¿Cómo va a llevar un solo Dios la carga de controlar todo lo que ocurre en el Universo? ¡Pues como no es grande! y, además, entre nosotros y bajito, al Jefe se le fue de las manos el invento, aquello empezó a crecer y crecer y ahora, solo para ir, a la velocidad que yo me desplazo, de un extremo a otro, tardaría 2,45 infinitos y ¿Quién puede dedicar tanto tiempo solo a viajar, con las de cosas que tenemos encargados cada cual? Ahora no hay quien lo controle todo y por eso pasan las hecatombes que pasan. Por supuesto que vosotros solo os enteráis de algunas de las que ocurren en la Tierra y algo más.

Segundo. Aquí también existe una pirámide de mando y, arriba del todo, un consejo de administración que como no tienen mas nada que hacer que pensar nuevas creaciones, nos tienen desbordados. Yo, el Dios que vosotros imagináis, porque de mi realidad no tenéis ni idea, como os estoy demostrando, pertenezco al status 12. ¿Cuántos hay? “Ventidos” como en el programa de la TV.

¡Ah! Y no creáis que yo me dedico a crearos; no, eso lo hace el “hijo de…” un Dios un poco mayor, que está en el status 9 y que debe tener una mala le…, bueno quise decir una extraña idea de lo que debe ser un humano, porque hay que ver los hijos de p…, perdón, de Dios que sois, que cuando salís malos no hay quien os pare. No, yo solo me dedico a apuntar todas vuestras buenas obras; las put... malas las apunta el 13, que vaya numerito que le ha tocado al pobre.

Eso sí, como trabajamos a destajo porque los de arriba llevan dos infinitos que no hacen mas que crear, también me ha tocado en el reparto hacer realidad los pequeños mundos que ellos van diseñando y que yo tengo que meter dentro de cada agujero negro que encuentro.

¡No te rías, tú, el de la derecha del todo que está al lado de la gorda esa que no hace más que tragar dulces! Y después se quejará que me la traigo con un infarto. A ver, si la dejo ahí explota y lo deja todo hecho un crist…, perdón, la costumbre de tener que oír todo lo que “largáis” cuando estáis enfadados.

Si, sí, yo soy el que se encarga de crear mundos imperfectos. ¡Ah! Decidle al impresentable de el Yunque (impresentable porque nunca está presente cuando me aparezco a vosotros; con eso de que no cree ni en Cumbres Borrascosas) ¡Anda que no es duro el tío! Bueno, pues decidle que Dios no hace mundos defectuosos, porque soy Dios y no puedo "defectuar" nada, solo perfecciono. Yo solo hago, y no siempre, mundos imperfectos, porque los de Administración se han empeñado en que los meta en los agujeros negros y ¡jo…! El día que sepáis entrar en un agujero de esos os vais a enterar de lo difícil que es mantener el equilibrio allí dentro; y, encima, a crear a destajo.

Y lo de que somos eternos, decidles a los de la Iglesia, yo no hablo con ellos porque como son de los que tienen Fe, que hagan el favor de tener la boca cerradita que, desde que se le ocurrió la idea de eternidad al padre de la Iglesia aquel de Constantinopla, a los de Administración se les abrieron los ojos como platos, pensando en “mangonear” para siempre y los que curramos las pasamos put…, bueno, nos cansamos mucho.

¡Hala! A pecar que es lo vuestro.

sábado, 19 de enero de 2008

Puse música al silencio



Puse música al silencio.

Hoy no quise soledad,

pero la tengo.

Alguien tenía que hablarme

y me rodeó el silencio.

Quise hablar con las estrellas,

las nubes me lo impidieron.

Quise amar a una mujer,

¡Ya sabes! Azul y negro.

No estaba, nunca existió.

Y me rodeó la noche, negra,

en oscura inmensidad,

en profundo silencio.

Cerré los ojos y lloré.

Esto que tanto busqué,

oscuridad, soledad, silencio,

esto es solo lo que tengo.

¡No importa!. Hoy no es buen día.

Mañana, quizás mañana

lo vuelva a intentar de nuevo.


Siempre busqué la soledad y hoy me arropa.

Siempre busqué el silencio y en él me encuentro.

Siempre busqué la oscuridad y hoy me abruma.

Siempre busqué mi interior y hoy no lo encuentro.

Hoy necesité la luz y es noche oscura.

Hoy necesité amistad y solo me encuentro.

Hoy necesité hablar y nadie me escucha.

Hoy necesité amar y solo encontré recuerdos.

Sentado en mi rincón,

a solas, en soledad y silencio,

abandonado mi cuerpo,

dejando mi mente vacía de vivencias y recuerdos,

quiso mi alma soñar

y.......... los sueños no vinieron.

Hoy, cuando seque mis ojos,

del humo del cigarrillo,

o del dolor del recuerdo,

o, quizás sea por el sueño,

hoy solo puedo soñar que sueño.