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viernes, 19 de marzo de 2010


SERIE ARMÓNICA


Los padres, junto con su buen amigo, Alvaro, se sentaron frente a la mesa del Dr. Carlson.
--Por favor, Ernesto, siéntate con nosotros –le llamó su padre, pero el chico siguió mirando tranquilamente los libros de la biblioteca del despacho del Dr.
--No se preocupe por él, Sr. Del Pozo –intervino el Dr. mientras abría la carpeta donde se encontraba todo el historial de Ernesto –quisiera hacerles algunas preguntas que no me quedan claras. Según he podido leer, parece ser que durante el embarazo el lado izquierdo del cerebro del pequeño estuvo apoyado sobre una parte infartada de la placenta. Pero nada dice el informe sobre si en los últimos cuatro meses del embarazo el feto no se movió de la misma posición.
--No se movió, Dr. Carlson –intervino la madre –ese fue el motivo que nos hizo ponernos en contacto con otros especialistas. En las “eco” se veía que movía brazos y piernas, pero no el cuerpo. Nadie se dio cuenta de que la placenta estaba infartada hasta después del parto. Cuando nació y se pudo comprobar, mi ginecólogo me recomendó ponernos en contacto con un buen pediatra, pues el niño podría tener secuelas. Y ya ve los resultados.
El psiquiatra siguió leyendo el historial.
--¿Por qué se repite con tanta frecuencia en el historial su obsesión por la serie armónica? Hay algo que no entiendo. Dice taxativamente que su coeficiente intelectual es muy limitado, entre veinte y treinta. ¿Está basado en los tests de Stern o en su rendimiento escolar?
--En su rendimiento escolar, Carlson –habló Alvaro –ya que no se le ha podido hacer nunca un test de inteligencia; no es capaz de fijar su mente en idea alguna.
--Entonces… ¿Qué quiere significar esto de la serie armónica?. Si mi memoria no me falla, una serie armónica puede ser musical o matemática y, en ambos casos, son de muy difícil comprensión –El Dr. Carlson veía algo extraño en aquel historial
--Ya le hemos dicho que yo, además de amigo de la familia, me ofrecí como profesor del niño, al comprobar desde muy pequeño que tenía grandes problemas de avance en sus desarrollos físico y psíquico. Como psicólogo lo he estado tratando durante diez y seis años y solo es capaz de fijar su atención en una determinada serie armónica.
--¿Una determinada? –al terminar la pregunta, Carlson levantó la mirada para observar al chico. Este seguía mirando detenidamente los libros, uno a uno --¿Ha aprendido a leer? Observo que está leyendo los títulos de los libros.
--No, Carlson, Ernesto solo lee números y muy pocas palabras. En realidad, he descubierto que cuando ve una biblioteca, lo que hace es buscar un libro que hable de series armónicas. Pero lo sorprendente no termina ahí. Maneja el ordenador de una forma increíble. Las hojas de cálculo BinCalc y Excel, junto con el programa BMSS de simulación, son su pan diario y, a veces, hasta las noches.
Carlson se echó hacia atrás en su sillón y miró detenidamente a Ernesto. Al rato, se irguió
--Ernesto. ¿Te importa acercarte? –esperó un momento y al ver que Ernesto seguía mirando libros, se levantó y acercó a él --¿Estás buscando algo en especial?
Silencio absoluto. En ese momento, Ernesto, cojeando, pues no movía correctamente ni piernas ni brazos, se alejó hacia el extremo de la biblioteca. Carlson le siguió.
--Esta biblioteca es mía y la conozco bien; dime que buscas y te lo encuentro enseguida.
--No insista, Dr. o no le oye porque está concentrado en la búsqueda o no le entiende –intervino la madre. Pero Carlson siguió junto a Ernesto.
--Si buscas un libro sobre series armónicas, no tengo aquí, pero mañana te prometo que lo tendrás. En ese momento, Ernesto se volvió hacia él y le miró, con su cabeza torcida hacia la derecha.
--¿Zpseie mo..eca? Da –y se fue hacia su madre –Z…eie mo..eca, ma –y sonriendo le acarició el pelo. Ella le cogió la mano
--¿Para qué quieres mas libros de series armónicas, Nesto? te los hemos comprado todos…
--Uco un nn..umm..ro pa mmmi zpss..eie –le contestó Ernesto
Alvaro, al ver la cara del Dr. Carlson, le aclaró
--Busca un número determinado para su serie
De nuevo Carlson se sentó en su sillón y se quedó pensativo. Al poco tiempo, miró a los padres de Ernesto.
--Bien, me haré cargo del enfermo de inmediato. Por sus características no es necesario internarle, pero para mayor velocidad en su estudio, necesitaré que el Dr. Alvaro Mirell le acompañe durante un tiempo bastante dilatado.
Así lo acordaron.
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Un año llevaba Ernesto asistiendo diariamente a sus entrevistas con Carlson. Cumplía aquel sábado diez y nueve años y su madre le preparó una pequeña fiesta a la que asistieron tanto Alvaro, como Carlson y sus esposas.
Y una gran sorpresa le tenían preparada, pues su regalo era el más potente ordenador del mercado, que, a sus espaldas, un técnico le había instalado en el despacho de su padre y que se encontraba en funcionamiento con los programas de todas las hojas de cálculo del mercado y el mejor programa de simulación armónica, que Ernesto usaba a diario y todos sus “trabajos” instalados.
Preparada la gran tarta, la madre le pidió que soplara las velas, error de repetición anual, porque, en realidad, lo que Ernesto hacía era espurrear toda su saliva por la tarta, dejándola inservible para el resto de comensales; para él no.
Servidas las bebidas y viandas, la madre se acercó a la puerta del despacho del padre, cerrada, y llamó a Ernesto. Fue hacia ella con su peculiar forma de caminar, sonriendo y le tomó la mano.
--Y, ahora, tu regalo, que está sobre una mesa adicional que hemos puesto en el despacho de tu padre –y le acercó empujándole suavemente hacia la puerta. Todos se acercaron a ver su reacción. Nada más abrir, sus ojos captaron los cambios y sobre la mesa encontró un maravilloso ordenador nuevo, a cuyos lados habían colocado dos grandes bafles.
No pudo moverse. Quieto en la puerta, el chico se quedó parado contemplando el precioso y ansiado equipo.
--¿Es que no vas a ver como funciona? –le incitó el padre. Lentamente, como no queriendo despertarlo de su temporal letargo, se acercó y se sentó en el sillón. Puso sus manos sobre el teclado y todo en su cuerpo cambió. Ya nada existía fuera de aquella pantalla. Al tiempo, se volvió hacia su madre
--Ma, Ma, mi zpss..eie. Ta ahí –y siguió tecleando
--Si, hijo, te hemos instalado todos tus trabajos para que ahora trabajes en este nuevo ordenador –pero ya la mente de su hijo andaba por otro mundo.
Salieron y le dejaron disfrutar. Sentados en el salón, habló el Dr. Carlson
--Realmente yo no podría hablar de esquizofrenia, en el caso de Ernesto, aunque sí de un comportamiento obsesivo. Pero esa obsesión por esa fantasiosa serie armónica le permite a su cerebro realizar trabajos que su consciente no le permite y ahí está lo asombroso.
--Luego, tú entiendes que lo de su obsesión por esa serie armónica de la que habla es una forma inconsciente de desarrollar su intelecto, duramente castigado por su fase prenatal.
--Pudiera ser hasta una autodefensa ante su debilidad. Aún el cerebro tiene actuaciones que no podemos entender, pero… --se quedó en silencio al oír como, desde el despacho, llegaba una serie de notas muy contundentes y extrañas.
--¡Ma, Ma..! –se oyó el grito de Ernesto, apareciendo seguidamente; se acercó a su madre y la tomó de la mano --¡en, codre, mi zps…eie, mi s..eie! –y tiraba de ella con fuerza
--¿Qué le pasa a tu serie, cariño?
--No tem…ppo, no pacho catro men…chión. ¡No, Ma!
--¿Qué el tiempo y el espacio no son la cuarta dimensión? ¿De qué estás hablando, hijo? –intervino el padre
--Pa, la catro men…chon no tem…poo, la mu ica –y seguía tirando de la mano de su madre.
--Dice que la cuarta dimensión no es el tiempo, sino la música. Quiere que vayamos a ver –y todos se acercaron al despacho.
El chico se sentó en el sillón. Golpeó algunas teclas y en pantalla apareció una serie de números pasando a mucha velocidad.
--Ma, en, mi..ra. esa colo…dá –señalando una celda en rojo –e mi zpse…ie de n..ume…do. Eta ota e mi zpse…ie mu..ica –señalando otra celda en verde. Apretó la celda roja y de nuevo apareció en pantalla un extraño conglomerado de números corriendo. Cuando paró, apretó la verde y de los bafles salieron los sonidos que ellos habían oído en el salón.
Ernesto se levantó del sillón.
--Ma, no mova pa..nta..a ni la vo..se –le indicó, señalando primero la pantalla del ordenador y luego los bafles –En, Ma –y, tirando de ella, la llevó detrás de la mesa del ordenador –Neto pone ahí –y le indicó con la mano donde se iba a colocar --Ma to…ccca co..lolá y e…rde –indicándole que tocase las celdas roja y verde al mismo tiempo.
--Pero, hijo, dime para que quieres que haga eso. Si no sé para qué debo hacerlo no lo haré bien.
--Pa….ra ..que unchi…one mmmmi zpsss…eie mo..ica
--¿Para que funcione tu serie armónica? ¿Por qué no lo haces tú? –Ernesto la miró sonriendo
--No, Ma, Neto ah..í –y sin esperar nada más se colocó a la misma distancia de la pantalla del ordenador y de los bafles, quedando estos a cada lado suyo y perfectamente alineados con él.
Miró a la madre y le indicó con un gesto que apretara la tecla del “intro” una vez seleccionadas las dos celdas de color rojo y verde.
La madre miró al psiquiatra, a su marido, sin saber para qué hacía aquello. Finalmente, viendo que todos estaban expectantes ante el ensayo de Ernesto, apretó la tecla.
Los maravillados y sorprendidos ojos de todos vieron como lentamente el cuerpo de Ernesto desaparecía en el aire… ¿para siempre?