
ENVIDIA
Luis tomó la pluma y escribió.
“La odio. La odio con tal intensidad, con tal desesperación, que lloro lágrimas de sangre todas las noches cuando, al filo de mi muerte diaria, me hago una sincera reflexión sobre el día vivido”
“Y me prometo, es más, me juro solemnemente, que jamás volveré a sentirla, que jamás permitiré dejarme llevar por sus incomprensibles e inadmisibles razones. Pero ella puede más. Tiene tal poder sobre mí que a veces pienso que es una enfermedad genética contra la que luchar podría ser contraproducente para mi seguridad mental”
“Y me dejo llevar por su infamia”
“Crea ante mis ojos falsas esperanzas; distorsiona mi realidad; me hace ver belleza deseable donde solo hay normalidad, inteligencia donde encefalograma plano. Mentira donde sinceridad. Así, cuando intento disuadirme de que todo es producto de un incorrecto funcionamiento de mi mente, surge un fuego de mi interior que me ciega, enrojece mi vista y todos los poros de mi cuerpo escupen ira contra el objeto deseado, contra personas que sorprendidas de mi furia, se amilanan y huyen, dejándome solo y desarmado. Entonces vuelvo a la normalidad y lloro de desesperación por no haber podido vencer mi odio”
“¡¡¡Maldita seas, envidia!!! Porque estás destrozando mi vida, aislándome de aquellos a los que más quiero y admiro, a sencillas personas que viven adornados involuntariamente por virtudes que la vida no tuvo a bien regalarme o que yo nunca he sabido utilizar”
“¡¡¡Maldita seas, envidia!!! Porque has cegado mi mente a la realidad; porque me estás dejando solo, sin amigos, sin familia, sin vida”
“¡¡¡Maldita seas, envidia!!! Porque me has hundido en la más mísera condición humana; porque no me cerraste la mente lo suficiente como para perder la consciencia de todo lo que hacía”
“¡¡¡Maldita seas, envidia!!! Porque hace cinco miserables días, atando mi voluntad al muro de la impotencia, acabé con la vida del único amigo que soportó durante estos años tu existencia. ¡Sí, lo reconozco! De nuevo te creí y me convenciste de que él me había arrebatado ese puesto de dirección en nuestra empresa, que me correspondía ocupar, por derecho, por justicia, por el trabajo realizado. Así lo creía hasta que esta mañana me dijeron la verdad”
“Pero ya nunca más podrás torcer mi voluntad. Esta noche nuestra lucha sin cuartel te la gano sobradamente por goleada”
Dejó el escrito sobre la mesa y acercándose a la ventana, miró al cielo sonriendo, sumergiéndose en la noche para siempre.
El juez, terminada la lectura, no pudo evitar que una enorme amargura le inundara el pecho. Moviendo negativamente la cabeza, guardó el escrito en su portafolio.