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martes, 29 de septiembre de 2009

Alejandro Magno



ESKANDAR E MAQDUNI


“Me leo escrito en la historia y unas veces río, otras lloro, las más la sorpresa me abruma, pero nunca me invade la indiferencia.”

“¡Alejandro sí, tercero Argéadas, rey de Macedonia, por heredad directa de Filipo y aun en contra de su voluntad, pero eso la historia lo oculta, o quizás lo desconoce; mejor, inmacular la cuna me engrandece aun mas.”

“Hablan de mis maestros como posibles forjadores de mi personalidad. ¡Historiadores ciegos, mirar sin saber que ven!. Leónidas I El Tétrico, de lamentables recuerdos. Lisímaco o el buen Aquiles; este no estuvo mal, aunque para mis aspiraciones militares en poco me pudo ayudar. No fue así con Aristóteles, sabio donde los haya, frío e inteligente, savia de la que absorber conocimientos y fuerzas que luego me dieron poder. Si, un buen maestro, pero el único que hizo nido en el fondo de mi ser fue el mas denostado, despreciado por las plumas de los que creen entender; ¡sí, ella, una princesa, épira entre macedonios, Olimpia, mi madre, una mujer!. De ella recibí belleza, inteligencia y saber, la tierra fuerte y fructífera que los otros, los maestros, cultivaron buscando los frutos que me dieron el carácter, el poder.”

“También escriben de mis debilidades, sexuales y ególatras; ¡cuanta estupidez!. El bueno de Efestión, fiel donde jamás lo vierais, valiente, ágil y cruel; frío como su espada y amigo hasta la muerte. Homosexual me definen algunos, ambivalente los más y los menos heterosexual. Yo no puedo entender que personas tan estudiosas comentan error tan cruel. Olvidan la Macedonia en la que nací, costumbres, ambientes y, sobre todo, olvidan que yo era el Rey, el General al mando, el Poder. Y como tal, no porque yo pensara que era superior a ellos, sino porque en un ejército de hombres, conviviendo siempre entre hombres, largas campañas aislados, el Poder no solo estaba por encima del ejército, tenía que demostrarlo y así tuve que hacerlo. ¿El sexo? Ja, ja; meses sin pensar en él. Era un simple complemento a una dura batalla, a un extensa jornada. ¡El sexo, qué estupidez! Preguntad a Eumenes, el me supo entender””

“¿Y la soberbia? Es cierto que nací bello, alto y fuerte como un dios pero, de ahí a pensarlo… ¡Estúpidos historiadores otra vez, como siempre, mirando sin ver!. ¿Quién, en aquellas épocas, sometiendo las insurrecciones de Tracia, Tesalia, Tebas, Atenas, en fin, toda la Grecia, conquistando la Gran Persia, la fenicia, Tiro y al fin Egipto, se podría resistir a convertirse en dios ante los mundanos ojos de vencedores y vencidos?. Los unos, los vencedores, porque necesitaban ver en mi algo divino, algo superior a lo humano; en ello basaba mi fuerza, mi poder. Los otros, los ya vencidos, los que otros conquistadores mataban o menospreciaban, yo los unía a mis fuerzas haciéndome cada vez mayor, mas temido, mas temible. ¿De qué vale un hombre vencido y ultrajado? Pero si lo enalteces dándole confianza y poder, siempre será tu escudero, tu aliado; siempre te verá como a un ser superior y, esa superioridad yo tenía que demostrarla. ¿Siendo hijo de un dios. Amón Ra, por qué no?”

“Pero no todo fueron prebendas, ni alegrías, ni festejos; también tuve que llorar y pasar amargos momentos de duda y debilidad. Nadie como yo sabe el dolor de tener que matar, buscando el valor en el vino, al mejor amigo que tuve, mi buen Negro, Clito que jamás me falló. Pero allá en Persia, al aplicar la ley proskynesis, él no lo supo entender y un rey nunca permitirá que uno de sus súbditos, por muy amigo que fuere, le faltase al respeto delante de los demás. Tuve que hacerlo y lo hice, ante todos, para demostrar al imperio que por encima de la amistad, del amor, de los sentimientos, está y estará el poder.”

“Ya veis que injusta es la historia haciendo de mi una leyenda cuando solo fui un hombre que luchó por un sueño, hacer un único imperio de mil ciudades estado que nunca llegarían a ser”

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