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martes, 5 de mayo de 2009

EL ESPEJO SONRIENTE


(Por motivos ajenos a mi voluntad, mi ordenador me abandonó por otro, durante estos largos días no he podido entrar y mantener mi querido blog; espero que mis amigos no me hayan abandonado)


Diana dio un gran salto hacia atrás horrorizada, separándose del espejo. Al caer sentada sobre el suelo, de nuevo miró y se vio reflejada en él, en una ridícula postura que, desde su perspectiva, aun lo parecía más. Cerró sus piernas y enderezó su cuerpo mientras miraba su reflejo en el espejo. Todo parecía normal y eso la tranquilizó. De nuevo se puso en pie y lentamente, con enorme precaución, se acercó de nuevo a aquella burlona superficie reflectante pero, al fijarse en su rostro, comprobó que sonreía. De nuevo saltó hacia atrás, perdiendo momentáneamente de vista el reflejo de su cuerpo, pero al quedar quieta de nuevo, aquella figura que el espejo le devolvía seguía sonriendo, mientras que ella era consciente de la seriedad y preocupación que podía transmitir su rostro.

Era casi la hora de cenar y lentamente, sin acercarse al espejo y sin perderlo de vista, como hipnotizada ante lo que estaba ocurriendo, se acercó a la puerta; quitó el seguro y, sin pensar en nada más, salió de la habitación como alma que lleva el diablo bajando las escaleras de tres en tres.

-¡Pero, hija! ¿A qué viene tanta prisa? –jadeando por el esfuerzo, Diana se sentó junto a su madre en la cocina.

-Mamá, es que me ha pasado algo muy raro- la madre la miró sonriendo y le cogió la mano temblorosa –estaba en mi habitación, probándome estos pantalones cuando me di cuenta de que al mirarme en el espejo, mi reflejo no hacía los mismos movimientos que yo. ¡No, no te rías mamá, lo que te digo es cierto!

-Está bien hija, te creo, pero permíteme que me sorprenda. Nunca he conocido un espejo “rebelde” -le cortó la madre algo irónica para tranquilizarla -¿quieres que subamos juntas y comprobemos los poderes mágicos de tu espejo?

-¡Mamá! -gritó enfadada Diana -¡no sé para qué te cuento nada, pero lo que sí te digo es que yo no duermo en esa habitación!- y se asentó en la silla con un gesto de rebeldía. La madre, al verla, se levantó dirigiéndose a la puerta de la cocina

-De acuerdo, iré yo sola a comprobar que pasa con tu dichoso espejo -y salió en dirección a la escalera. El grito de ¡¡¡mamáaa!!! que salió de la boca de la hija de trece años, atravesó precipitadamente los tímpanos de la madre y recorrió la vivienda entera antes de desvanecerse al traspasar la puerta del desván. Pero no se fue solo, hasta la madre lo acompañó la autora que, mientras que el grito siguió su recorrido, se quedó abrazada a una de sus piernas como un náufrago se agarra a la tabla de salvación.

Y juntas llegaron a la habitación; tan unidas como una sola madre y ante el espejo aparecieron sus figuras. La madre, viendo el miedo que realmente su hija estaba pasando, comprobó que todos sus movimientos eran perfectamente reflejados por el espejo. Luego lo observó por detrás, lo hizo girar verticalmente hasta ya no saber que más hacer para convencer a su hija que allí nada extraño había.

Diana se fue soltando lentamente de la pierna de su madre y finalmente, con un gran esfuerzo de voluntad, se puso en jarras delante del espejo.

-¿Qué pasa. Es que delante de mi madre no vas a reírte de mÍ? -Le conminó duramente al comprobar el ridículo que estaba haciendo ante su madre -¡Ahora no se atreve porque estás tú, pero te prometo que antes pasó algo raro, mamá.

-A veces, hija, ocurre que creemos ver cosas que solo son producto de nuestras imaginaciones. ¿Habéis estado hoy hablando en el Colegio de temas extraños, o has leído algún libro…

-¡Si! -le interrumpió la hija –hoy nos han estado contando la historia de un fantasma metido en un espejo… -la carcajada que salió de la boca de Diana demostró a su madre que el problema estaba resuelto. Sonriendo se dirigió a la puerta

-Cariño, baja en diez minutos que ya estará la cena preparada y tienes que ponerme la mesa.

-Sí, mamá, termino de probarme el pantalón y bajo a ayudarte -desinhibida por completo del mal trago pasado, Diana siguió probándose la ropa. Se alejaba, se acercaba, mirada por la derecha, por la izquierda; por supuesto su mirada absolutamente fija en su nuevo pantalón y las arruguitas que pudieran formarse en él al cambiar de postura. Finalmente, convencida de que aquella prenda le quedaba como un guante, se alejó de nuevo del espejo y se miró. El reflejo de su cara seguía mostrando una sonrisa extraña, que ella no reconoció y, culpando del efecto a su imaginación, se fue acercando al espejo provocadoramente. Llegó hasta él y pasando sus dedos por la suave superficie del espejo, se dio la vuelta para quitarse el pantalón y bajar a cenar.

Fue en ese instante cuando el reflejo de su mano derecha, saliendo del espejo la agarró por el cuello en un abrazo mortal.

Un grito de desesperación y terror salió de su garganta, mientras que en toda la casa se oyó una inhumana y terrorífica carcajada. Al oírla la madre en la cocina, que en ese momento tenía la sartén en sus manos con el aceite hirviendo para freír unas patatas, se le volcó encima, cayendo parte sobre el fuego que en segundos produjo una llamarada enorme.
-Es curioso -comentó el Jefe de bomberos –que esta casa haya ardido tres veces en diez años y hayan muerto todos sus habitantes –muy curioso. -Y se dio la vuelta después de comprobar que el fuego había sido totalmente extinguido.

4 comentarios:

Blanca Miosi dijo...

¡Uuuuy! Alejandro, con qué cuento regresas!, parece que estos días alejado de la pantalla encendieron tu parte siniestra.

Me ha gustado tu cuento, aunque hay una parte que me confundió un poco, cuando la chica pega el grito camino al desván. Yo pensé que el espejo estaba en su dormitorio. O tal vez lo haya leído demasiado rápido.

Me disculpas, si es así, es que estos días voy un poco apurada.

Besos,
Blanca

febade dijo...

Hola alejandro, hacia tiempo que no te miraba en las entradas de mi escritorio así que vine directamente a tu blog. No me esperaba esto, menudo relato. Me ha encantado. Siempre es un plcer leerte.

Un abrazo Alejandro.

Anónimo dijo...

Muy buena e ingeniosa esta historia.

Te felicito en verdad.

Un placer leerte.

Meiguiña dijo...

Muy buena, me ha encantado encontrarte en la red.

Volveré por aquí.