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jueves, 21 de septiembre de 2006

A MI AMIGO



Hoy te vi pasar, despacio, sucio, andrajoso, ¿cuerdo?; gastando a manos llenas las suelas de tus zapatos. Con tu mirada perdida, algo vidriosa y opaca, en el suelo.

Hoy te vi pasar, despacio, de nuevo. Y mi alma, llorando con desconsuelo, cantó un réquiem en silencio, por aquél que fue mi amigo, casi hermano, compañero; aquel que al salir la luna, emulando a los murciélagos, bailaba al son de la vida, enamoraba a las sombras, reía y me hacía reír, soñaba, gritaba, aullaba a la luz que platea, hacía vibrar al silencio, llenaba todo el espacio y, al final de la noche, cansado, exhausto y contento, me tomaba por el hombro y me decía: ¡Qué buen amigo que tengo!.

Hoy te vi pasar, despacio, triste, abatido, en silencio. Y a mi memoria vinieron los recuerdos.

Ya pasaron cinco años desde aquella tarde de Enero, en la que yo, tu buen amigo, te presentó orgulloso a la mujer de tus sueños. Aun recuerdo la expresión de tu cara, mirándola sorprendido, en silencio. Tú, que jamás callabas, ni aun durmiendo. Aquella noche, al volver, venía yo conduciendo, pusiste tu mano en mi hombro y exclamaste: ¡Qué feliz me has hecho hoy, mi amigo, y cuanto te lo agradezco!. Sonreí y pensé henchido: ¡Si supieses cuanto te debo!.

¡Cuatro años y seis meses; qué corto espacio de tiempo!. Noviazgo, boda, alegría. Sueños que se ven cumplidos y el comienzo de otros sueños. Y en poco más de tres años, vacaciones y el infierno; volantazo en una curva, derrape, frenazo y el fuego.

La última vez que me hablaste, me lo contabas llorando: “Quedé tendido en la tierra. No me podía mover y la miraba a los ojos, mientras ella me decía: ¡Sácame de aquí, mi amor, me estoy quemando por dentro!”.Y de tus ojos brotaron las últimas gotas de vida que te quedaban dentro. Tu alma se quedó seca, yerma, abrasada, en silencio.

Hoy te vi pasar, amigo, y como siempre he hecho, he vuelto a mirarte a los ojos. ¡Dios, cómo duele esa mirada, perdida en donde no existe el tiempo!. ¡Mate, fija, extraviada entre rojos y amarillos del fuego que la mató!. ¡Espejos rotos de un alma que hace tiempo se apagó!. Puse mi mano en tus hombros y, mientras de mis ojos manaban amargas lágrimas de dolor, en silencio canté un réquiem por los dos.

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