Vueling

viernes, 18 de julio de 2008

AUN NO HA OSCURECIDO


Es al caer la tarde. Suenan las hojas secas bajo nuestros pies, como un grito de agonía que la suave brisa aleja de nuestros oídos. Rítmico andar, obligados por el decadente otoño de nuestros corazones, para que puedan bombear la poca sabia que va quedando en estos cansados cuerpos, que antaño fueron objetivos y esperanzas. Hoy, ya solo quedan recuerdos, quizás también difuminados en el tiempo, como el grito agónico de las hojas que ya nunca volverán a ser.

Ya llega el final de setiembre; ya llegan los ocres arrasando todo nuestro horizonte; vientos a rachas que arrancan sin piedad la vestiduras de aquellos que tanto nos acompañaron, que tanta sombra y cobijo nos dieron, que tantas caricias ocultaron a la indiscreta mirada del furioso sol que, celoso de esa belleza y cansado de su monótono deambular, se oculta temprano.

Y en ese escenario, tú y yo, nosotros, tomados de la mano; no sé si recordando nuestras escaramuzas juveniles o buscando el disimulado apoyo a nuestra dudosa estabilidad, paseamos por el sendero hasta el horizonte; ida y vuelta, como siempre, teniendo alegre conciencia que esa vuelta, algún día no ocurrirá.

El crepúsculo se acentúa, los árboles van ocultando sus caras, realzando sus contornos en un tímido intento de esconder su desnudez. ¡Pobres ignorantes!. Sonreímos al mismo tiempo que apretamos nuestras manos buscando complicidad. ¡Pero si el invierno pasado ya os vimos desnudos también!. ¡ Y tantos inviernos más!.

No suena el arroyo este año; la dura sequía no tuvo piedad, ni aun aquí, en nuestro paraíso perdido en los montes que me vieron nacer. Ni el arroyo, ni las ranas, pero a cambio, arrecian las chicharras, haciéndoles coro a las plañideras hojas otoñales. ¡Curioso concierto, mujer!.

Caminamos hacia levante, allí nos lleva el sendero, aun sabiendo que, al volver, las últimas llamaradas nos cegarán el camino. Ya una vez tropecé y estuve a punto de caer. Lleva pendiente ascendente, así, al volver, cansados por el paseo, nos será más fácil el retorno. ¿Frialdad de pensamiento?. Quizás; es culpa de la vejez, el pasar los años encallece nuestros corazones dejando pocos resquicios por donde dejar entrar algo de sentimientos, impidiéndonos ver lo romántico del paseo que tarde tras tarde, siempre al anochecer, damos cogidos de la mano, hasta allá lejos, hasta el horizonte.

Es hora de volver, entornamos nuestros ojos y tomamos camino hacia el sol.

De pronto, siento a través de tu mano como crece una sonrisa en tus labios y, parándome ante ti te miro. Aun no ha oscurecido y los últimos rayos de ese agónico sol, iluminan tus mejillas. Me quedo extasiado contemplándote. ¿Recuerdas?.

Ya hace cuatro años que te fuiste, pero yo, aun paseo junto a ti, recordándote.

No hay comentarios: