¡Noche aquella, inolvidable, tan larga como completa, tan emotiva como sorprendente! Lo cierto es que hubo de todo. Quiso el buen y bien educado Alberto Pardo ir a la habitación del hotel para asearse un poco y confirmar la habitación y, Karamelo Color, tan en su papel de relaciones púbicas (perdón, la “l”) le acompañó en todo momento.
-Karamelo, por favor, ¿te importa esperarme mientras me ducho?- y ella, con esa caída de ojos cual persiana de grandes almacenes a las ocho de la tarde, le sonreía mientras, sentada sobre la cama, encendía un cigarrillo en paciente espera.
¡Ah! La tranquilidad junto a aquel hombre dura lo que la luz cegadora de un rayo de amor en los ojos de un púber. Primero un sorprendente gritito seguido del correspondiente golpe, el sonido de unas cortinas al rasgarse y... tranquilidad de nuevo.
Karam, tan poco acostumbrada aun a aquellos cambios en el orden universal, de un salto se puso de pie y en dos pasos se acercó a la puerta del baño.
-Alberto. ¡Alberto! ¿Te encuentras bien?
-Me encuentro, me encuentro, aunque aun no sé si bien, pero... ¡Ni se te ocurra entrar! Acabados de conocer no quisiera que me vieses así- Silencio, tan absoluto silencio que Karam acercó su oído a la puerta y lo presionó con fuerza para intentar oír algo del interior.
En su recién nacida empatía fue tan perfecto el acoplamiento que Alberto eligió justo ese momento para abrir la puerta. Y así lo hizo, pero no necesitó tirar de ella, ya que era tanta la necesidad de oír que Karam había puesto que, al desbloquearse el pestillo, Karam, cigarrillo incluido, puerta, Alberto y toalla, terminaron dentro de la bañera que inocente y completamente ajena a la impetuosa escena de amor que se desarrollaba, ocupaba un pequeño y alejado rincón de baño de una habitación de hotel de una ciudad cualquiera.
En su intento de evitar ser atropelladamente acometido por la amorosa impetuosidad de Karamelo Color, Alberto Pardo, intentó esquivarla, girando hacia su derecha, pero no lo suficiente como para evitar que ella se le echase encima, quedando atrapado en un abrazo tal que lo arrastró con ella a la antes dicha bañera. El gesto hizo que su cabeza golpease contra el grifo, evitando así que fuese la cara de ella la que agrediese de una forma tan imprevista y desaforada al pobre, inocente y metálico vierte aguas; pero a quien agredió fue a su cara. Frente contra frente, nariz contra nariz, ojos contra persianas de grandes almacenes, labios sellando un beso de amor que aquella misma mañana había comenzado a florecer en aquellos dos corazones puros en el aeropuerto de una ciudad cualquiera. Pecho contra dos esperanzadas protuberancias envidia de profesores y alumnos de la universidad, vientre contra tripita que ya empezaba a gatear, pelvis contra pelvis (la situación y el imprevisto no daban para mas), rodillas contra rodillas. Un acoplamiento tan perfecto que nunca nadie podría asegurar que aquellos dos seres no fueron siempre dos en uno, una perfecta exaltación del signo de géminis, al cual ambos habían pertenecido hasta aquella explosión de amor que les unió para siempre. R.I.P
Lo único que la brigada de investigación criminal pudo determinar, a instancias del rector de la Universidad y cuadro completo de catedráticos, fue que el semen encontrado pudo ser motivado por el "rígor mortis" o por el numerito del Kamasutra que estaban intentando practicar aquellos dos enamorados.
-Karamelo, por favor, ¿te importa esperarme mientras me ducho?- y ella, con esa caída de ojos cual persiana de grandes almacenes a las ocho de la tarde, le sonreía mientras, sentada sobre la cama, encendía un cigarrillo en paciente espera.
¡Ah! La tranquilidad junto a aquel hombre dura lo que la luz cegadora de un rayo de amor en los ojos de un púber. Primero un sorprendente gritito seguido del correspondiente golpe, el sonido de unas cortinas al rasgarse y... tranquilidad de nuevo.
Karam, tan poco acostumbrada aun a aquellos cambios en el orden universal, de un salto se puso de pie y en dos pasos se acercó a la puerta del baño.
-Alberto. ¡Alberto! ¿Te encuentras bien?
-Me encuentro, me encuentro, aunque aun no sé si bien, pero... ¡Ni se te ocurra entrar! Acabados de conocer no quisiera que me vieses así- Silencio, tan absoluto silencio que Karam acercó su oído a la puerta y lo presionó con fuerza para intentar oír algo del interior.
En su recién nacida empatía fue tan perfecto el acoplamiento que Alberto eligió justo ese momento para abrir la puerta. Y así lo hizo, pero no necesitó tirar de ella, ya que era tanta la necesidad de oír que Karam había puesto que, al desbloquearse el pestillo, Karam, cigarrillo incluido, puerta, Alberto y toalla, terminaron dentro de la bañera que inocente y completamente ajena a la impetuosa escena de amor que se desarrollaba, ocupaba un pequeño y alejado rincón de baño de una habitación de hotel de una ciudad cualquiera.
En su intento de evitar ser atropelladamente acometido por la amorosa impetuosidad de Karamelo Color, Alberto Pardo, intentó esquivarla, girando hacia su derecha, pero no lo suficiente como para evitar que ella se le echase encima, quedando atrapado en un abrazo tal que lo arrastró con ella a la antes dicha bañera. El gesto hizo que su cabeza golpease contra el grifo, evitando así que fuese la cara de ella la que agrediese de una forma tan imprevista y desaforada al pobre, inocente y metálico vierte aguas; pero a quien agredió fue a su cara. Frente contra frente, nariz contra nariz, ojos contra persianas de grandes almacenes, labios sellando un beso de amor que aquella misma mañana había comenzado a florecer en aquellos dos corazones puros en el aeropuerto de una ciudad cualquiera. Pecho contra dos esperanzadas protuberancias envidia de profesores y alumnos de la universidad, vientre contra tripita que ya empezaba a gatear, pelvis contra pelvis (la situación y el imprevisto no daban para mas), rodillas contra rodillas. Un acoplamiento tan perfecto que nunca nadie podría asegurar que aquellos dos seres no fueron siempre dos en uno, una perfecta exaltación del signo de géminis, al cual ambos habían pertenecido hasta aquella explosión de amor que les unió para siempre. R.I.P
Lo único que la brigada de investigación criminal pudo determinar, a instancias del rector de la Universidad y cuadro completo de catedráticos, fue que el semen encontrado pudo ser motivado por el "rígor mortis" o por el numerito del Kamasutra que estaban intentando practicar aquellos dos enamorados.
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