Hoy no tengo un mar con orilla con quien comentar mis pensamientos, paseo en solitario por entre los altos árboles de un parque de la ciudad y, aunque ellos intentan amablemente amortizar el intenso y desaforado ruido que lo inunda todo, yo se lo agradezco con una sonrisa, tengo que realizar un gran esfuerzo para entrar en mi propio pensamiento, aislarme de todo y reflexionar.
Llevo demasiado tiempo vivo, tanto que mi capacidad para recordar lo que hace años sucedió supera en mucho a los recuerdos de ayer.
Eso me hace pensar.
Recuerdo que en Bachiller elegí ciencias porque mi memoria no tenía valor alguno y ahora resulta que soy capaz de recordar lo que me ocurrió hace mil años. Quizás exista una lógica explicación, la biología no es mi fuerte, pero, si existiese, ¿alguien podría explicarme qué sentido tiene?. Recordar lo que ya ningún sentido tiene y olvidar lo que me podría salvar la vida mañana. Tampoco me preocupa mucho. La muerte es algo a lo que he de llegar y a la que raramente dediqué atención alguna; puede que al dolor que podría acompañarla le tenga algún respeto, pero a la muerte en sí, no. Es un paso que todos tenemos que dar y, si es así, mejor darlo con la consciencia de que hay que hacerlo y aceptarlo así.
Yo ya tuve un fuerte y contundente aviso. Puede que me lo mereciese, acostumbrado como estaba a vivir despreocupado, después de tantos años sin haber tenido enfermedad alguna, ni avisos de que la vida es más frágil que el pétalo de una rosa, pero si he de ser sincero, ahora solo recuerdo el dolor, el condenado e insufrible dolor que acompañó al aviso. La suerte y los cardiólogos lo dejaron en lo que en realidad fue, un aviso para que no olvide que solo soy una simple y amarillenta hoja mecida al viento de la vida, sin más peso que mi propio vuelo y sin más destino que la tierra que me dio la vida. Allí me volveré a integrar y de esa simbiosis otros nacerán para sustituirme.
¡No es pesimismo lo que me impulsa a escribir estas ideas! ¡En absoluto! Las cosas son así y mientras nadie me demuestre lo contrario, así seguirán. Lo que pasa es que hoy me falló la memoria, intentando recordar algo que pasó en un cercano ayer; la necesité y no estuvo presta, ni tan siquiera estuvo y algo se movió por dentro, dejé todo lo que estaba haciendo y salí a la calle a pasear; en esos momentos la soledad es mi mejor amiga y me fui al parque a buscarla.
Hoy me dio por contároslo, ya sé que poco os puede importar, a mí tampoco. Solo son reflexiones que para lo único que valen es para pasar un rato entreteniendo el cerebro; en cinco minutos ya no serán ni un recuerdo, quizás en menos tiempo. Así de breve es la vida, o de larga, según se mire.
Llevo demasiado tiempo vivo, tanto que mi capacidad para recordar lo que hace años sucedió supera en mucho a los recuerdos de ayer.
Eso me hace pensar.
Recuerdo que en Bachiller elegí ciencias porque mi memoria no tenía valor alguno y ahora resulta que soy capaz de recordar lo que me ocurrió hace mil años. Quizás exista una lógica explicación, la biología no es mi fuerte, pero, si existiese, ¿alguien podría explicarme qué sentido tiene?. Recordar lo que ya ningún sentido tiene y olvidar lo que me podría salvar la vida mañana. Tampoco me preocupa mucho. La muerte es algo a lo que he de llegar y a la que raramente dediqué atención alguna; puede que al dolor que podría acompañarla le tenga algún respeto, pero a la muerte en sí, no. Es un paso que todos tenemos que dar y, si es así, mejor darlo con la consciencia de que hay que hacerlo y aceptarlo así.
Yo ya tuve un fuerte y contundente aviso. Puede que me lo mereciese, acostumbrado como estaba a vivir despreocupado, después de tantos años sin haber tenido enfermedad alguna, ni avisos de que la vida es más frágil que el pétalo de una rosa, pero si he de ser sincero, ahora solo recuerdo el dolor, el condenado e insufrible dolor que acompañó al aviso. La suerte y los cardiólogos lo dejaron en lo que en realidad fue, un aviso para que no olvide que solo soy una simple y amarillenta hoja mecida al viento de la vida, sin más peso que mi propio vuelo y sin más destino que la tierra que me dio la vida. Allí me volveré a integrar y de esa simbiosis otros nacerán para sustituirme.
¡No es pesimismo lo que me impulsa a escribir estas ideas! ¡En absoluto! Las cosas son así y mientras nadie me demuestre lo contrario, así seguirán. Lo que pasa es que hoy me falló la memoria, intentando recordar algo que pasó en un cercano ayer; la necesité y no estuvo presta, ni tan siquiera estuvo y algo se movió por dentro, dejé todo lo que estaba haciendo y salí a la calle a pasear; en esos momentos la soledad es mi mejor amiga y me fui al parque a buscarla.
Hoy me dio por contároslo, ya sé que poco os puede importar, a mí tampoco. Solo son reflexiones que para lo único que valen es para pasar un rato entreteniendo el cerebro; en cinco minutos ya no serán ni un recuerdo, quizás en menos tiempo. Así de breve es la vida, o de larga, según se mire.
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