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sábado, 30 de diciembre de 2006

CONVERSACIONES CON EL MAR



-Duro día para este cansado cuerpo, pero, por muy duro que me resulte, no puedo dejar mi paseo y charlar contigo, mi buen amigo. ¿A quién mejor que a ti le voy a comentar mis impresiones?.

-Luisa ya se fue a donde siempre quiso ir. Supongo y, aunque sé que jamás tendré noticias suyas, espero que, esté donde esté ese lugar, ella se encuentre bien, pues era para siempre, según ella pensaba. Ahora ya sabe si tenía o no razón en lo que toda su vida creyó. Espero que haya acertado. Pasar toda una eternidad en un lugar en el que no estés bien es muy duro.

-Ya ves, Luisa, yo siempre dejé un hueco para la duda y, de esa forma, evitarme posteriores sorpresas.

-¿Tú que piensas, mi buen amigo, sobre ese más allá en el que mi buena Luisa siempre creyó?.

-Lo sé; sé que a ti esas cosas no te preocupan. No creas que a mi me preocupan mucho; ni aun ahora, que ya estoy muy cerca de mi final. Te preguntaba por si habías oído rumores. ¡Llevas tanto tiempo siendo, que algo podrías haber .....!. ¡Dejémoslo!. Para qué saber de antemano lo que será inexorablemente; tanto si lo sabes como si no.

-A mis hijos tampoco les puedo comentar nada, ya tienen suficiente con sus problemas. Además, cuando les hago algún comentario siempre me dicen: ¡Joder papá, te podrás quejar tú, que ya lo tienes todo resuelto!. ¡Si supiesen la verdad de lo que ocurre en la mente de un pobre viejo!.

-Estarás de acuerdo conmigo. A la vejez hay que llegar con la mente totalmente atrofiada. No deberíamos llegar a mi edad con capacidad para pensar porque, como tenemos todo el tiempo del mundo...... ¡Pensamos!. Y ese pensar, si no tienes a tu lado a alguien con quien intercambiar las ideas, puede terminar por convertirse en una obsesión que te va carcomiendo y terminas por convertirte en ..... ¡Uf!. Yo, por lo menos, te tengo a ti. Je, je, espero no perderte nunca, buen amigo. Aunque he de reconocer que han sido muchos los años que he necesitado para entender tu lenguaje. El empuje de tus olas; ese continuo rumor que termina por adormecer mi cerebro; el color continuamente cambiante de tus aguas. ¡Sí mi buen amigo, mucho me costó entenderte pero ya poco me puedes ocultar!. Y sé que sabes mucho más de lo que me dices pero............ yo tengo mucha paciencia y, como estás viendo, la vida me está regalando todo el tiempo del mundo.

-Pero hoy vine triste, mi buen amigo. Hoy perdí otra raíz más, otro amigo que se fue y con el que ya nunca más podré hablar. ¿Sabes?. Cuando murió mi madre, sentí la sensación de perder un contacto con la vida. Fue como perder una de las raíces que me fijan a la tierra. Me ocurrió igualmente con la pérdida de mi padre; y así me ha ido ocurriendo con mis amigos; cada vez me encuentro más y más separado de la vida y .......... vengo aquí y te lo cuento. ¿Por qué no?.

jueves, 28 de diciembre de 2006

A ESTO YO LE LLAMO AMOR

Azules dunas, con crestas de blancos encajes,

Que vaporoso hace el aire, sobrevolando el mar,

Que engalanado se muestra

A la luna, con su traje.

Danza de amor, con música melodiosa,

Insinuante, galán, osado el baile del mar enamorando a su diosa,

Que desde arriba lo admira, dejándose enamorar.

Al romper contra las rocas, de espuma llena el paisaje

Blancas cuentas del collar

Con que adornará su cuello

Cuando ella, enamorada

Deje su cielo y baje.

No se rendirá el mar.

Nunca parará su danza.

Ni la luna bajará a sumergirse en su abrazo,

Nada anudará ese lazo

Y aun sabiéndolo los dos

No perderán la esperanza.

Ese deseo interior

De dar sin que nada nos den

Ese disfrutar sin tener

A esto yo le llamo amor.

jueves, 21 de diciembre de 2006

TARDE DE PASEO

Paseando entre encinares, entre castaños,
perdido, como se pierde el sol cada tarde, allá lejos,
sumido en la desesperanza, en otro día que muere,
vivido sin dejar huella, sin recuerdos, sin motivos.
Hoy eché la vista atrás y no encontré mi pasado.
Quise recordar mi antaño, pero todo estaba en blanco.
Hoy salió el sol para todos, para mí quedó nublado.
Quise amar y estaba solo, hundido, desesperado.
Atardecer de paseo sobre campos agostados,
abrasados por un sol que a otros alumbra el camino.
Hoy no debí despertar, hoy debí quedar dormido,
Dormido como estuve ayer, como estuve siempre, dormido.
¡Cuantos sueños no cumplí!
¡Cuánto amor necesité!
¡Cuanta esperanza perdí!
¡Cuantos años olvidé!
¡Qué larga es a veces la vida!
¡Qué monótono y amargo el camino!.



lunes, 11 de diciembre de 2006

VENDO MIS ALAS

-…

-¡Pues sí!. Ha leído usted bien el letrero, vendo mis alas. Y, además, le regalo la cola si me paga al contado. ¡Faltaría más!. Si solo son 20 euros de nada.- (¡Estos humanos!. ¿Por qué serán tan raros?.)

-…
-Mire, pregúnteme que por qué las vendo, pero no me pregunte para qué las quiere.
-…
-¡Joer, encima se va cabreado!. ¡Oiga, que yo solo quiero vender mis alas!.
(Aquí viene otro. A ver si hay suerte y me las compra)
-…
-Pues mire usted, solo 20 euros y le regalo la cola si me las paga en billetes.
-…
-¡Hombre, por Dios, no me regatee, que he hecho los cálculos para poder alimentarme hasta que me muera.!
-…
-¿Cómo las otras golondrinas?. ¿Me dice que me alimente como las otras golondrinas?. Pero, buen hombre, ¿Usted sabe lo que está diciendo?. Primero. Yo soy golondrino.
-…
-¿Qué no vé la diferencia?- (No te cabrees Golo que pierdes la venta). -No querrá usted que le muestre mis atributos aquí, aunque, con el raquitismo que me traigo últimamente........ ¡No sé! ¡No sé!.
-…
-¡Que no, hombre, que no! ¡Que los golondros y golondrinas no gastamos eso de la anorexia!.- (Joer, lo que hay que aguantar para vender un par de alas).
-…
-Vamos a ver, buen hombre. ¿Usted se ha dado cuenta de cómo está el tema del papeo al vuelo?. Mire, los golondros nos alimentábamos de insectos voladores, libélulas, mosquitos,..... y esas cosas. De los mosquitos mejor no hablar. Han desaparecido de la faz de la tierra.....
-…
-¿Qué los hay a millones?. ¿Qué no hacen más que picarle todo el día y noche?. ¡Pero bueno!. No querrá que me tire en vuelo rasante entre sillas, hamacas, toldos y demás parafernalia. Al primer vuelo rasante me escoño fijo. Clavo el pico en el poste de una sombrilla y de percha para el veraneante. Antes, cuando el mundo era mundo, los tíos volaban en las alturas, fijaban el objetivo y se tiraban en picado, clavándose en sus carnes hasta el corvejón. Y ahí los esperaba yo, con el pico abierto y al pasar, ¡zas!. No fallaba ni uno. Mire si era bueno que en una ocasión lo cazé tan en derecho que me entró por el pico y salió por mi cul...., bueno, por mi esfínter, sin enterarme… ¡No!. De los mosquitos mejor no hablar.
-…
-¿Las libélulas?. Ahí si que me duele. Con esas me pasa lo mismo que a Hierro, ese defensa del Madrid, cuando le cierra el paso a un tal Kluiber del Barsa, me pega dos regates en corto y me rompe hasta el entrecejo. Pero...... ¿Quién les habrá dado clases de pilotaje en vuelo libre?. Me subo a las alturas; las veo volar lánguidas y distraídas por debajo mía; calculo su velocidad y cuando más distraídas están, me tiro en picado, ¡A muerte!. Cuando llego a su altura, un recorte a la izquierda y termino con el pico clavado en el fangal del jardín. Si se lo digo yo, esto no es lo que era. Que el papeo al vuelo está imposible. Si va usted a tener razón, me volveré anoréxico por obligación.
-…
-¡Ande hombre, que 20 euros no son na pa uste!- (Joer, que suerte, que el tío está sacando la cartera. ¡No, si al final le vendo las alas y resuelvo mi futuro!).
-…
-¡Tome, tome también la cola, que se la doy gratis!. ¡Para lo que la quiero ya!.- (Nada, que no ha habido forma, tendré que apechugar con ella.)
"Bueno, busquemos un buen sitio donde guardar el dinero y luego un hormiguero. ¡A mi edad y comiendo hormigas!. ¡Cómo está el papeo!. Me meteré por ese agujero antes de que me pise uno de estos locos). Esa sombra, para mi que se ha movido esa sombra; ¿no será…? "
-¡Socorro! ¡Ayúdenme!. ¡El gatooooooo! ¡Que aten al g........!









miércoles, 6 de diciembre de 2006

AUN HAY ESPERANZA



Entre la sombra y el sol;

entre amores y recuerdos;

Entrelazadas las manos,

pasean dos esperanzas

por los senderos.

Es al atardecer, amarilleando el cielo,

cuando se calman las fieras,

cuando despiertan los árboles,

cuando se duermen las flores,

cuando se impone la tregua entre los odios rivales

para, entre silencio y tristeza,

dar sepultura a sus muertos,

esos que hallaron la paz

cuando, disparando sus armas,

querían imponer sus derechos.

No lo consiguieron.

Ellas, las dos esperanzas,

fuertes ante el desaliento,

llevan sus ojos tapados,

no queriendo ver la sangre,

ni la muerte, ni los miedos.

Sus ojos sólo pueden ver

el velo que las aísla

de la crueldad de la guerra

entre los pueblos.

Una esperanza sueña que su amiga,

algún día, pueda obtener sus derechos,

pueda tener libertad,

pueda amar y sonreír,

pueda realizar sus sueños.

La otra sueña también.

¡Cómo no ha de soñar,

si eso no cuesta dinero!.

Y sueña también con su amiga;

quisiera verla reír,

quisiera verla pasear,

segura y en libertad,

por esos senderos,

antes llenos de sangre

de esos locos guerreros

que luchaban por su Dios,

por Alá o por otros cielos,

utopías que jamás,

ni unos, ni otros vieron.

Quisiera llenarla de amor,

de ese amor que lleva dentro,

sin poderlo compartir,

desde hace tanto tiempo…

que su memoria olvidó tenerlo.

Pasean las dos esperanzas por los senderos.

Una vestida de blanco,

su amiga vestida de negro.

Pero, los velos que cubren sus ojos,

hechos con sus propios sueños,

en la de negro es blanco;

en la de blanco es negro.

Ya no suenan los disparos, ni las bombas,

ni los gritos de odio y terror.

Ya no; ya solo se oye el silencio.

Y a lo lejos, perdiéndose entre las brumas,

de un atardecer de otoño,

soñando van las dos amigas,

una en blanco, la otra en negro,

por los senderos.

Volvieron las lluvias de nuevo;

volvió la esperanza a la tierra,

agostada del estío, abrasador y eterno.

Volvió la vida a renacer,

como siempre, como debe ser,

como nada ha de cambiar,

ni las guerras, ni los odios, ni el poder,

ni tan siquiera el infierno.

La vida nació para ser y así seguirá siendo.

Y en ella se posó el alma,

la invadió de su poder

y juntas seguirán siendo,

siempre, eternas, imperturbables y,

de común acuerdo, imaginaron sus sueños.

Volvió la vida a renacer y,

con ella, despertó mi alma,

magnificando mi cuerpo.

Y, en ese maravilloso trance,

entre inconsciente y etéreo,

vuelvo a recordar aromas

de los campos agostados,

agradeciendo al cielo;

de rocas brillando al pudor

de sus desnudos cuerpos;

de árboles devolviendo vida al universo;

de animales inteligentes

que salen de sus silencios,

sabiendo que volvió la vida y,

con ella, sus alimentos.

¡Sí!. De nuevo volvió la vida,

mi alma se despertó,

e imaginé nuevos sueños.

Sentado en la tierra húmeda,

en soledad y silencio.

Cigarrillo entre mis dedos,

jugando a crear nubes

de un imaginado cielo,

por el que levita mi alma,

viendo como enciende el rayo

el fuego en forma de vida,

donde calentar mi cuerpo;

oliendo el suave perfume

con el que la agradecida tierra

engalana su cuerpo;

sintiendo la vida explotar

en el monte, en el desierto,

entre las frías rocas,

en los reverdecidos prados,

en el mar, en el universo.

Ya es tiempo de imaginar,

de dejar mi alma contar sus sueños.

De olvidar las singladuras de este barco que,

en un navegar borrascoso,

dejó escritas en un cuaderno.

Y todo volvió a su ser,

las esperanzas sonrientes,

van cogidas de la mano;

ahora solo necesito

un suave y eterno silencio.

domingo, 3 de diciembre de 2006

CARTA A MI AMIGO...


Mi muy estimado, más admirado y sorprendente amigo, con un cierto grado de vergüenza pero un enorme propósito de enmienda, me atrevo a dirigirte esta carta, después de tanto tiempo de recibir la tuya y no haberte contestado. No tengo más excusa que la sencilla verdad, me dejé llevar por los avatares de la vida y por algún que otro sueño, de los que sé que eres gran entendedor y yo gran creador. Es por ello por lo que hoy tomé la decisión de escribirte, para contarte uno de mis sueños y que me ayudes con tu siempre acertada interpretación. Estoy bien y todo sigue igual; ahora, te contaré ese sueño.

Hace ya algunas noches, volví a casa algo cansado y con dos o tres copas de más de ese buen caldo de la Ribera del Duero que tanto te gusta; no pude conciliar el sueño y, como la temperatura de la noche era ciertamente agradable, salí a la terraza y me tumbé en la hamaca, ojos entreabiertos y el cigarrillo en la mano. Y debí quedarme dormido porque al poco tiempo, sentí como de mi pecho salía algo extraño, una especie de nube blanca, etérea, informe que, sin llegar a disgregarse, fue elevándose en el negro de la noche. Al mismo tiempo, oí un desgarrador grito agónico, de ultratumba; retumbó como un enorme trallazo en esa infinita bóveda que es el espacio y, seguidamente un silencio tan denso, tan abismal, que me dejó petrificado, absolutamente sin respuesta alguna.

Pero no hay dolor que dure cien años y, suavemente, como la fina seda rozándote la piel al ser movida por el soplo de la brisa, comenzó a sonar una música tan sublime, tan espiritual, tan maravillosa a cuyo compás comenzó a danzar esa especie de nube blanca que flotaba levitando en el espacio, como esperándola.

¡Ay su hubieses podido contemplar esas imágenes!. ¡Si yo supiese expresarlas con palabras!. Solo puedo decirte que jamás en esta larga vida de experiencias y sueños llena, he podido sentir algo similar.

Pero no acabaron ahí ni mi sueño ni mi sorpresa, los cuales llegaron al climax al observar cómo, desde todos los oscuros rincones del negro vacío que ante mis ojos tenía, fueron apareciendo otras nubecillas, similares a la primera que, moviéndose cadenciosa y rítmicamente al son de la celestial música, fueron acercándose entre sí hasta formar una enorme, blanca y pura nube, al mismo tiempo que un conjunto de violines, sobreponiéndose al resto de los instrumentos musicales, comenzaron a elevar el tono y la escala hasta romper, como se rompe una fina copa de cristal de bohemia con un perfecto do prolongado, la nube que, micronizada en infinitas partículas, desapareció en el profundo negro del abismo de la noche.

Me desperté a la mañana siguiente, cuando los primeros y madrugadores rayos del sol, juguetearon con las pestañas de mis ojos. Nunca recuerdo haber dormido tan plácida y profundamente, pero, mi sueño, tenía que compartirlo con alguien que me pudiese entender y descifrar, por eso te escribo, aunque con algo de rubor y sentido de culpabilidad.

Espero que algún día me puedas explicar que ocurrió aquella noche. Un fuerte abrazo de tu amigo que no te merece.